José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

Resurrección compartida… desde esta vida


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Hoy, Domingo de Pascua, el tema central es el de la Resurrección de Jesús. Desde aquel lejano Miércoles de Ceniza, que iniciaba la Cuaresma, definimos a esta como el camino hacia la Pascua. Y hemos recordado su dimensión histórica: el paso -que eso significa la palabra- de la esclavitud a la libertad dado por el pueblo hebreo a través del Mar Rojo; la dimensión cristológica: el paso de la muerte a la vida de Jesús; y la dimensión existencial, nuestra Pascua: el paso del pecado, que es esclavitud y muerte, a la gracia, que es libertad y vida.



Este énfasis en la Resurrección, me parece, nos ha llevado a dos dimensiones de ella muy reductivas: considerar que se refiere exclusivamente a la otra vida, y desde una visión solo personal.

Propongo que la contemplemos, al igual que lo hacemos con el Reino de Dios, como algo que, si bien tiene su culminación en el cielo, empieza desde la tierra; y que, concediendo que la resurrección de Jesús es garantía de la nuestra, también intentemos extenderla a nuestros semejantes. Veamos.

Personas, cruz

Foto: Unsplash

Si consideramos a la muerte como el final de la vida, resulta inevitable imaginar a la resurrección como algo que se dará después de haber fallecido. Sin embargo, con frecuencia nos encontramos medio vivos, es decir, medio muertos, con problemas familiares, afectivos, económicos, de salud o laborales que nos mantienen postrados, casi enterrados en una tumba.

La celebración de la Pascua nos puede servir para resucitar, pero ya desde esta vida. Para levantarnos y dar lo mejor de nosotros; para buscar la felicidad que está ahí, esperando que la encontremos; para dormir por las noches satisfechos no de haber hecho muchas cosas en el día, sino de ser coherentes con nosotros mismos. De esta manera, estaríamos resucitando a diario.

¿Y si abrimos el abanico de nuestras preocupaciones, y nos preguntamos cuántas personas a nuestro alrededor están ‘vivas’, o sea con sus órganos corporales en funcionamiento, pero ‘muertas’ por la pobreza, la vulnerabilidad, el abandono, la soledad, la tristeza crónica, etc.? ¿podríamos intentar que resucitaran también ya desde esta vida? ¿qué podemos hacer para que resuciten aquí, y no solo allá?

De esta manera, la Resurrección será en la otra y en esta vida, personal y comunitaria.

Pro-vocación

El papa Francisco no pudo participar de manera presencial en el Via Crucis del Viernes Santo, en el Coliseo romano. Pero sí escribió las meditaciones que ahí se leyeron. Además de la introducción, cada una de las catorce estaciones tiene el título de la misma, el evangelio que la refiere y un diálogo que se lleva a cabo con el mismo Jesús, en los diferentes momentos de su camino hacia la cruz, y finaliza con una oración. Concluye el rito con una invocación en la que regresa sobre textos de Laudato Si, Fratelli Tutti y Dilexit Nos. Le sugiero leer los textos, meditarlos, y hacerlos vida.