Rosa Ruiz
Teóloga y psicóloga

Quo vadis?


Compartir

No voy a comentar o recomendar películas propias para la Semana Santa. Tampoco pretendo dar un falso toque culto a este blog comenzando con un ‘latín’. Solo se debe a un extraño cruce mental que he tenido entre Gloria Fuertes, Jesús de Nazaret y yo misma (o tú, vaya). Vamos por partes.



La tradición apócrifa cuenta cómo Pedro abandona Roma en tiempos de la persecución de Nerón. No por cobardía ni mala voluntad, seguramente. Simplemente, tras haber sido ya encarcelado y amenazado, pensó que hacía un servicio mayor a su familia y amigos, poniéndose a salvo. Y de paso, así, podría seguir acompañando a la Iglesia naciente. A mitad de camino Pedro ve a Jesús con la cruz y le pregunta: “Quo vadis, Domine?”. Y el Maestro le responde: “Roman vado iterum crucifigi”. Es decir, “voy hacia Roma para ser crucificado de nuevo”. No hizo falta más. Pedro da la vuelta y en Roma es arrestado de nuevo y crucificado cabeza abajo, para no ser más que su amigo, su Maestro.

Gloria Fuertes, entre sus muchos poemas, tiene esta conocida “perla” para quien disfrutamos con ella:

¡Vaya encuentro!

…Salgo corriendo atolondrada
loca
y tropiezo con Dios.
—¿Dónde vas Leocadia? —así suele llamarme—.
Después… me convence en silencio,
me convierte en paloma,
me nombra caballera andante,
me arma de paz y ciencia
y me quita la gana de matarme.

¿Dónde vas, Leocadia?, Quo vadis, Leocadia? No necesita más explicación. ¿Quién no se siente algo atolondrado, corriendo y tropezando? Estar confinados en casa o con trabajos de quienes nos cuidan en esta pandemia, no nos da automáticamente la serenidad o la lucidez para saber dónde estamos, cómo, y hacia dónde vamos.

Gloria Fuertes, poetisa española

Si tenemos la suerte de tropezar con Dios (solo hay que bucear un poco por dentro o contemplar la vida, no es difícil), es un regalo que nos convenza en silencio, nos convierta en palomas y nos nombre caballeros andantes, con la paz y la ciencia como armas. Porque eso nos quita las ganas de “matarnos”, o de dejarnos morir, que es tanto como dejar de elegir la vida.

Y en este camino estamos. Más aún esta semana, que llamamos Santa. Prueba a preguntar tú a Jesús: Quo vadis, Domine? Su respuesta igual te sugiere cambiar de dirección. Pero sobre todo, deja que él te pregunte: ¿Dónde vas, Leocadia…, Rosa, Agustín, Víctor, María, Jorge, Susana…?