Flor María Ramírez
Licenciada en Relaciones Internacionales por el Colegio de México

¿Qué haremos después de la COP26?


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La COP26 llegó a su fin, con 197 países acordando un nuevo Pacto en Glasglow ante la exigencia desesperada de activistas y las advertencia del mundo científico que “el tiempo se está acabando”.



Hemos empezado a ver los efectos devastadores de las olas de calor letales, la pérdida de ecosistemas, el impacto de huracanes y fenómenos naturales con fuerza descomunal. Lo vivieron países como Canadá y Alemania este 2021, también lo vivimos en México. Nos convertimos sin distinciones en vulnerables y pareciera que ni los países con más recursos podrían estar listos.

El panorama por más mesurado que se pinte en los círculos diplomáticos, sin duda no podría dejar de cuestionarnos tanto por nuestra responsabilidad personal como colectiva e institucional. Está claro, no podemos seguir incrementando la temperatura del planeta, llegará un punto en el que será irreversible. Después de Glasglow, los países buscarán acelerar la reducción de emisiones para 2030; asimismo, se abrió brecha para regular el mercado mundial de bonos de carbono que está en auge. Se cuestionó e instó a los países  más desarrollados a incrementar la asistencia para países en desarrollo para 2025. Se reconoció formalmente la necesidad de reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero en un enorme 45% para 2030.

Cuidado de la Casa común Laudato si' cambio climático plástico

Y después de Glasglow, ¿en lo personal qué haremos? Hay mucho tramo recorrido desde la publicación de ‘Laudato si” exhortándonos a ser conscientes del destino común de los bienes. Dice el papa Francisco (No. 93): “Hoy creyentes y no creyentes estamos de acuerdo en que la tierra es esencialmente una herencia común, cuyos frutos deben beneficiar a todos. Para los creyentes, esto se convierte en una cuestión de fidelidad al Creador, porque Dios creó el mundo para todos. Por consiguiente, todo planteo ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados“.

¿Cómo consumo?

Es siempre un reto actuar para aterrizar estas enseñanzas al nivel de congruencia personal, toca los ámbitos más sensibles de lo cotidiano: ¿cómo me muevo?; ¿cómo consumo?; ¿cómo administro los bienes comunes? Comparto un relato que ha llamado mi atención. Desde la pandemia, hay por mi barrio una tienda que ha ganado cada vez más clientela, este negocio abre todos los días, incluidas las fiestas y fines de semana. El giro es de frutas y verduras muy maduras, en el mercado las tirarían sin dudarlo. Las frutas y verduras están a buen precio porque están para comerse en el momento; no tienen el mejor aspecto pero la gente con recursos limitados no lo piensa dos veces, están en descuento en relación a los costos de mercado. He empezado a frecuentar la tienda, hace unos días me ha dicho el vendedor cuando me vio revisando una papaya “llévela con confianza,  aquí nada se desperdicia, lo que algunos tiran créame que para otros es el pan de cada día”.

Después de la COP26, quizá va siendo hora de replantear los hábitos más básicos de nuestro afán desmedido por consumir “lo mejor”, “lo más fresco”, “lo que pinta bien”. Muchos recursos son ya de temporada limitada, mientras no cambiemos radicalmente.