Rafael Salomón
Comunicador católico

¡¿Por qué me agredes?!


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Sucedió en la Ciudad de México en un enfrentamiento entre mujeres “feministas” y mujeres policías. Las manifestantes llevaban martillos, bombas molotov, extintores que fueron las armas con las que destrozaron el mobiliario urbano, grafiti, gritos y terror a su paso.



Las imágenes hablan por sí solas, violencia en su máxima expresión, intolerancia sin razón. Un movimiento que deja de ser genuino al hacerlo con vandalismo, jamás será el camino ni será la forma de hacer valer sus derechos.

¿Dónde quedó la razón? ¿el diálogo? ¿la civilidad? Las mujeres que exigían respeto por la sociedad, fuera de sí y sin respeto mínimo por la autoridad, que, dicho sea de paso, fueron mujeres policías quienes intentaron contener la movilización, solo con escudos anti motines, sin violencia, sin provocaciones.

Las indicaciones recibidas de sus superiores fueron muy precisas: no tenían que responder con agresión, era contener y dispersar. Todo se salió de control, las feministas incendiaron a otras mujeres policías, pintaron sus uniformes con “spray”, golpearon sus cabezas con martillos y mazos.

Fue una batalla campal en el centro histórico de México y esto se está repitiendo con mucha frecuencia, grupos que exigen y destrozan; policía que tienen todas las limitaciones para “salvaguardar” la integridad de las manifestantes, mujeres que se transforman en verdaderos vándalos y delincuentes, saqueando tiendas y llamando la atención de la sociedad con gritos de odio hacia los hombres, agrediendo e insultando directamente a la Iglesia católica, señalando su patriarcado.

“Si alguien dice que vive en la luz y odia a su hermano, todavía vive en tinieblas”. (1 Juan 2,9) Uno de los gritos que surgieron de la revuelta como producto de la agresión fue: ¡¿Por qué me agredes si también soy mujer como tú?!

Odio desmedido

Difícil de comprender, mujeres dañando mujeres por usar el uniforme, mujeres golpeando a otras mujeres por el simple hecho de estar en el bando contrario. No cabe duda que la sinrazón y la intolerancia son el origen de un odio desmedido. Las causas que han originado este movimiento han detonado en todo esto, en el descontrol y en la pérdida de la legitimidad, heridas muy profundas en nuestra sociedad.

Estamos llamados a tener un amor hacia nuestro semejante; sin embargo, no podemos negar que estas acciones y antivalores que se encuentran en nuestro mundo, nos hacen perder a veces esperanza y espiritualidad.

Que nuestra alegría no se ahogue frente a estas crisis de identidad, que nuestra misión siga fortaleciéndose para evangelizar precisamente a estas almas que no quieren o no tienen interés en saber del amor de Dios y que nuestra entrega como hermanos no se vea debilitada frente a estos lamentables acontecimientos.

Todavía nos esperan manifestaciones de mujeres activistas para despenalizar el aborto, legalizar las drogas, promover el matrimonio igualitario, derecho a adopción en familias lésbicas y cambio de identidad… y la agenda política cada vez es más extensa. Entiendo las causas y el hartazgo social, pero con violencia no por favor.