Rafael Salomón
Comunicador católico

Odio por nuestros hermanos


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Mientras observaba un noticiero internacional donde relataban un asesinato, que, dicho sea de paso, además de brutal, los agresores se llevaron el cuerpo de la víctima y es momento en que todavía no se sabe dónde está. Así que me hice esta pregunta ¿Cuánto mal hay en la maldad? Quiero expresar mi postura en este planteamiento. Cuando el ser humano se deja seducir por el mal, es capaz de cometer atrocidades, su instinto salvaje lo controla y en un momento determinado por odio, diferencias, dinero y hasta rencillas pasadas los seres humanos somos capaces de perder el control y juicio. Bien lo podemos ver con Caín y Abel.



“El Señor preguntó a Caín: – ¿Dónde está tu hermano? El respondió: -No lo sé; ¿soy yo acaso el guardián de mi hermano? Entonces el Señor contestó: – ¿Qué es lo que has hecho? La sangre de tu hermano me grita desde la tierra”. Génesis 4, 9-10

Fue un crimen de odio; al final, la historia se sigue repitiendo en toda la humanidad, es odio por nuestros hermanos. Ante la pregunta de Dios, la respuesta evasiva de todos nosotros -Yo no estoy para cuidarlo. Y la respuesta implícita, es que Dios nos ha dado la hermosa y amorosa responsabilidad de cuidarnos, protegernos y por supuesto, de no matarnos.

Así que la maldad incluye una enorme carga de negatividad, la maldad lleva odio en sus entrañas, la maldad no conoce límites y es capaz de hacernos creer que se trata de una acción justa. Las prisiones de todo el mundo están llenas de personas que pensaron estaban haciendo lo correcto al acabar con la vida de alguien más, llámese esposo, esposa, madre, padre, hijos y hasta amantes.

La maldad comienza en el corazón, así que, si ese corazón desconoce la bondad, la misericordia, la tolerancia y hasta el respeto por Dios, entonces ese corazón será seducido y llevado a cometer las acciones más abominables y de ello tenemos llenos los noticieros del mundo.

El mal existe y no podemos ignorar su presencia, el mal está presente dentro de nosotros y debemos estar pendientes de nuestros pensamientos y palabras, de lo contrario, lentamente y pacientemente se estará instalando en nuestro ser, odiando, blasfemando y queriendo acabar con la existencia de aquellas personas que piensan, sienten o simplemente son diferentes a nosotros.

Estoy hablando de crímenes por cuestiones de racismo, por ideologías, por el hecho de querer la supremacía de las personas. Eso es maldad pura y odio por la humanidad, si no somos capaces de aceptar a alguien más, no lo podremos hacer de manera personal.

Se habla acerca de la ayuda al prójimo y no del exterminio, podemos ayudarnos unos a los otros a imagen y ejemplo de Jesucristo; pero cuando en el corazón de la humanidad hay odio desmedido, hay intereses económicos y se carece de fraternidad, entonces es casi imposible realizar acciones, legislar y buscar el bienestar de todos.

Cuando el odio está en el corazón del hombre, poco se puede lograr, por ello, debemos cuidar y fomentar el aprecio por la humanidad a muy temprana edad, debemos hablar a los niños acerca del respeto por la vida y de lo valiosa que es. Y es que últimamente las noticias del mal, llenan titulares y casi gritan que la vida humana carece de valor.

Son los grupos del mal que se han encargado de sembrar miedo, incertidumbre y de apoderarse de todo lo que está a su paso. Es urgente y necesario, saber que en el corazón de muchas personas solo habita el mal en grandes cantidades, en todo su ser, en su mirada, en su corazón, en las acciones de destrucción que se llevan a cabo ¿qué nos está sucediendo?

Callamos porque si hablamos acerca del mal, no conviene porque está involucrado en muchas áreas de nuestra vida. Hoy se hacen homenajes como series y libros, alimentando el mal y motivando a los espectadores y lectores a que vean en ese camino “algo bueno”.

Quiero ser muy preciso: Para ser malo, debe haber mucho mal en el corazón del hombre. Por eso hay que estar atentos y alejarnos de todo aquello que se insinúe como bondad por ser malo. El mal, destruye, acaba, devasta, tortura, aniquila, devasta, crea sufrimiento y sin duda su destino final es la soledad. El mal es peligroso y no debemos hacer alianzas ni negociaciones con él, está presente todo el tiempo y dentro de cada uno de nosotros. Ayudemos a nuestros hermanos con acciones y oración, eso es hacer vida, el Reino de Dios.