El evangelio del pasado Miércoles -Mateo 6,16- fue contundente: “Cuando ayunen, no se pongan tristes como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que la gente vea que están ayunando. Les aseguro que ya tienen su recompensa”.
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Creo que dos funcionarios de primer nivel en el gobierno de Donald Trump, católicos confesos, o recibieron la Ceniza sin una previa celebración de la Palabra -que se ofreció en todas las parroquias-, en la que se comentaba ese texto, para darle su verdadero significado y no convertirlo en algo mágico, o no lo escucharon ni comprendieron y, mucho menos, lo aplicaron. Me refiero al vicepresidente James David Vance y al secretario de Estado, Marco Rubio.
El primero, de camino a coger un avión para dirigirse a Texas, se detuvo antes de abordarlo para que un sacerdote le impusiera el polvo bendito. No podía faltar la foto de rigor. Pero el segundo fue más lejos: en un programa de televisión, y con el adecuado maquillaje, lució una bien trazada cruz en su frente, acompañada de esta piadosa meditación: “Hoy es Miércoles de Ceniza, un día de reflexión y humildad. Para millones de católicos en Estados Unidos y en el mundo, es una jornada de fe que nos recuerda nuestra fragilidad y la necesidad de hacer el bien”.
Ambos gestos, como sucede cada vez que un político encumbrado hace ostentación de su fe, reciben comentarios diferentes. Por una parte, hay quien los juzga como muestra de autenticidad, de congruencia; pero, por otra, no faltan los que ven en estas manifestaciones una estrategia política para congraciarse con sus votantes.
Genuinos o no, estos alardes desentonan con lo indicado por el pasaje evangélico mencionado y, parodiándolo, podríamos afirmar: “Si van a tomar la Ceniza al inicio de la Cuaresma, no hagan alarde de ello -mucho menos con una cruz delineada a la perfección-, como los hipócritas que gustan de exhibirse para dar la impresión de ser buenas personas. Con esa publicidad, ya recibieron su recompensa”.
Además, tales exhibiciones también resultan muy lejanas de sus pronunciamientos en materia de atención a migrantes. Como su veleidoso, grosero y narcicista jefe, el trato que dispensan a quienes vienen huyendo de sus países, y buscan en los Estados Unidos un refugio, no tiene nada de cristiano.
Menos jactancia, entonces, y más compromiso concreto. Hay que bajarle a las fotos, y subirle a la discreción. Si la Cuaresma es un tiempo propicio para las buenas obras, ojalá los magnates gringos de la política las practiquen, como debemos hacerlo todos.
Pro-vocación
Conocí a José Ignacio González Faus allá por 1983-1984 -no lo recuerdo con precisión- cuando nos dio una plática a los estudiantes latinoamericanos de la Gregoriana, en Roma, Italia. Lo que más nos asombró fue la combinación que hacía entre fiereza intelectual y calidez personal. Profundamente humano, su teología remitía a una sólida espiritualidad. Descanse en paz.