Raúl Molina
Profesor, padre de familia y miembro de CEMI

Necesitamos creer


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Es fácil darse cuenta de que el hombre es un ser inacabado. Nacemos y morimos sin saber por qué y para qué. Transitamos entre tanto sin saciar nuestras ansias de saber, de sentir, de disfrutar. Y es entonces cuando inevitablemente creemos, da igual en qué, pero creemos, porque el desprecio a la verdad y el nihilismo se nos hacen insoportables.



Y así estamos los que dicen creer en Dios y los que lo niegan; los que consideran a los animales de igual dignidad que a los hombres; los que confían en la ciencia como solución de todo; los que profesan la religión del hedonismo; los que aseguran que la buena política es la solución de la humanidad; los que entienden que ser hombre o mujer es un invento; los adeptos a escuelas pedagógicas o psicológicas; los veneradores del poder y la riqueza; o los que viven sobrevolando el mundo imbuidos en su paz interior. Creemos en la familia, en la amistad, en el amor de pareja y en nosotros mismos. Creemos en un partido político. Creemos en la violencia o en la bondad como solución de todo. Necesitamos tablas de salvación que nos mantengan a flote porque nunca hacemos pie. ¡Y benditas sean las tablas de salvación! Ya nos avisan los aficionados colchoneros: “Nunca dejes de creer”.

Microcredos

También dentro de la Iglesia hemos llenado nuestra vida de microcredos que hacen de la fe un tema subjetivo, y de la ética una cuestión autorreferencial, y dividimos a los creyentes en los que son y no son verdaderos cristianos. De alguna manera, nos ayuda creer que el otro está equivocado.

Pero para los cristianos, creer no es una cuestión conceptual, ni ética, ni política, ni si quiera existencial. Para los cristianos, creer es la adhesión a la persona de Jesús de Nazaret, del que ya dijera el salmista que “la piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular” (Sal 118,22).

Por eso “hoy se nos plantea el desafío de responder adecuadamente a la sed de Dios de mucha gente, para que no busquen apagarla en propuestas alienantes” (EG 89).

Conviene sacudirse el polvo.