Cardenal Cristóbal López Romero
Cardenal arzobispo de Rabat

Me niego


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Siendo todavía un adolescente de 15 años recién cumplidos, se produjo la Guerra de los Seis Días entre Israel y la Alianza de Países Árabes. En el aspirantado salesiano (así lo llamábamos) seguíamos los acontecimientos y los comentábamos. Algunos estaban por Israel y otros eran partidarios de los árabes, de forma muy similar a cuando, ante un clásico, unos eran del Madrid y otros del Barça.



Una noche, en las Buenasnoches –una tradición muy salesiana que consiste en decir un buen pensamiento (tres minutos) después de las oraciones de la noche, inmediatamente antes de ir a dormir–, un salesiano nos dio un rapapolvo de consideración: “¿Cómo que unos están con los israelíes y otros con los árabes? Nosotros, los cristianos, no podemos estar ni con unos ni con otros, ni contra unos ni contra otros.Un cristiano tiene que estar a favor de la paz y contra la guerra”.

Me tocó profundamente su observación y la vehemencia con la que la hizo. Nunca la olvidé. Y me ha venido al pensamiento, naturalmente, ante la guerra entre Rusia y Ucrania. Yo me niego a estar a favor o en contra de uno u otro: yo estoy a favor de la paz y en contra de la guerra.

Y no es que quiera ser equidistante o considerar que todos son igualmente culpables, no. Es que, como decía el gran Bertolt Brecht, “cuando acabó la última guerra, entre los vencidos el pueblo llano pasaba hambre; cuando acabó la última guerra, entre los vencedores el pueblo llano también pasaba hambre”.

Y ‘El Roto’, ese excelente humorista gráfico, escribía magistralmente: “En la película de esta guerra ya sabemos quién es el bueno y quién es el malo; lo que no sabemos es quién dirige la película”.

Con todos los pueblos

Estoy con el pueblo, con todos los pueblos, porque todos sufren en un conflicto y porque es injusto criminalizar a todo un pueblo. Sufro con las madres de Ucrania que han perdido a sus hijos… pero también con las de los soldados rusos muertos en la guerra. Y quiero la paz para todos; y la reconciliación y el perdón, que requerirán un largo camino.

Poner juntas en un viacrucis a una madre ucraniana y a otra rusa no es querer hacer geometría simétrica y equidistante, descomprometida e indiferente: es dar un grito desesperado en favor de la paz y hacer un llamamiento a todos para iniciar el largo camino de la reconciliación.

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