Rafael Salomón
Comunicador católico

Mater Orphanorum


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Mientras los padres de familia estamos preocupados y hasta angustiados por lo que sucederá con el ciclo escolar y el bienestar de nuestros hijos, viene a mi pensamiento aquellos niños huérfanos de Guatemala, a quienes tuve la oportunidad de conocer y que la historia de cada uno de ellos marcó mi corazón.



Fue una gran bendición visitarles con la autorización del director; cuando llegué todo estaba en silencio, ni un solo ruido y eso llamó fuertemente mi atención, un lugar donde hay niños, siempre es escandaloso; sin embargo, ahí no fue así y es que, mi llegada, coincidió con la hora de la siesta.

En unos cuántos minutos poco a poco comenzaron a despertar, sin hacer bullicio, algunos adormilados, especialmente los más pequeños, los mayorcitos sonrieron y me saludaron. Todos salieron de manera ordenada y acomodaron sus “colchonetas” donde habían hecho la siesta.

Ninguno gritó, ni lloró, nadie se enfadó, aquello para mí fue difícil de comprender, ya que a los lugares donde hay niños no faltan ruidos, gritos y los destrozos son parte del ambiente. Aquí no, las cosas son diferentes y es que en el ambiente se siente “algo”, tal vez nostalgia, melancolía o tristeza, porque todos comparten la misma historia: son huérfanos.

Un niño no mayor de ocho años, ayudó a otro de tres años, quien seguía dormido, le apoyó a salir, con cuidado y con voz suave, lo animó para que despertara, levantó su carita con sus manos, le explicó que la hora de la siesta había terminado y con su brazo lo mantuvo en pie.

Tan solo recordarlo, vuelvo a conmoverme… Esa acción me habló de la sencillez del amor, aquella imagen me ha marcado, tocó mi vida, lo que presencié fue ayuda incondicional entre niños, amor de hermanos quienes comparten las mismas historias, ninguno tiene padres.

Son niños huérfanos abandonados, me contó la cocinera. Ella sirve ahí, pasa buena parte de su tiempo con ellos, los conoce y le conocen. Ella se casó y tiene familia, pero dice que este servicio le da sentido a su vida y es que ella, también fue huérfana y me comentó que estando ahí se siente en casa.

Estuve compartiendo con ellos la música que Dios me inspira, estuve contando anécdotas de mis viajes y siempre muy atentos a la charla. Me despedí con emociones encontradas, les dije adiós como quien sabe que una parte se quedaría ahí, que lo aprendido en ese orfanato me marcaría como persona.

La Obra Mater Orphanorum es misionera por naturaleza y por nacimiento, según el carisma y la voluntad del Padre Fundador, carisma que la lleva hacia los huérfanos y la juventud abandonada. Los niños, aún pequeños, que son huérfanos, reconocen el afecto maternal en la Oblata que los nutre y educa.

Estamos tan inmersos en nuestros problemas, que a veces se nos olvidan los más necesitados, los vulnerables, los que a pesar de no tener nada, siempre enfrentan con valentía y amor su realidad. Te pido por favor que en esta pandemia no los olvidemos, que nuestras oraciones, así como nuestro apoyo y solidaridad sean una realidad para los niños huérfanos.