Ianire Angulo Ordorika
Profesora de la Facultad de Teología de la Universidad Loyola

Maltratar la confianza


Compartir

Las realidades más importantes de nuestra existencia son siempre recibidas como un regalo, pues no se pueden arrebatar por mucho que nos empeñemos. Últimamente le doy bastantes vueltas al tema de la confianza, pues esta también se regala inmerecidamente y ha de ser tratada con el respeto reverencial de quien se encuentra ante lo más sagrado. Los estudios sociológicos delatan que las instituciones son cada vez menos dignas de credibilidad para la gente. Algo hemos hecho mal cuando las personas dejan de confiar en el Estado, la Iglesia u otros grandes organismos. Pero toda organización está compuesta de individuos concretos, por eso me preocupa mucho más cómo somos capaces de maltratar la confianza de los demás en el día a día, especialmente en ámbitos en los que “se supone” que el bien y el cuidado del otro deberían ser una prioridad absoluta.



Traicionar la intimidad

Estoy escuchando demasiadas veces a quienes han confiado sus vivencias profundas a quienes tenían la responsabilidad de cuidarlas, de ayudarlas a crecer y de sacar de ellas su mejor versión. En cambio, esas personas han traicionado esa intimidad compartida, aireando sus vivencias, utilizando mal la información o buscando más el propio interés que el ajeno. Cuando esto, además, sucede entre creyentes, tiene un añadido de gravedad. Estos modos de actuar, mucho más frecuentes de lo que imaginamos, dañan mortalmente a la persona, la primacía que debe tener siempre y nuestros discursos sobre la dignidad del otro, negando, además, la vida y las palabras de Jesús de Nazaret. Con frecuencia, planteándose como un bien para el otro y de forma insensatamente inconsciente, se le daña de forma irreparable y se mina por dentro esos pilares de credibilidad que cualquier grupo humano necesita para sostenerse.

Estas situaciones que tanto hacen sufrir me recuerdan un dicho de Jesús que no siempre sabemos interpretar: “A quien tiene se le dará y le sobrará, pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará” (Mt 13,12). A quienes tienen la delicadeza, la sensibilidad, la inquietud por el cuidado del otro y su bien, el deseo de ayudar, el respeto sagrado a la conciencia ajena y a lo compartido, se les seguirá regalando la confianza de los demás. En cambio, a quienes maltratan, aunque sea “con buena intención”, aquello personal que se les confía, se les quitará hasta esa confianza que creían tener. ¡Dios nos libre de grupos humanos que pretendan subsistir generando desconfianza y provocando que sus miembros no puedan expresarse con honestidad!