Rafael Salomón
Comunicador católico

Lo que un día nos inspiró


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Lo que nunca volverá, me refiero a nuestro tiempo de infancia. Momentos que vivimos, disfrutamos con gran alegría y que se quedarán solo en nuestro recuerdo y sin temor a equivocarme, en nuestro corazón. Cada uno de nosotros tenemos experiencias personales que nos han marcado tanto que, en ocasiones, somos el resultado de aquello que tanto anhelamos y que deseamos; tal vez nuestra profesión u oficio surgen de esas experiencias que nos marcaron y que ahora forjaron nuestro destino.



Compartiré un poco de esos tiempos: cuando era niño siempre me apasionó entender las publicaciones de periódicos y revistas, así como su proceso, creación y distribución. Nadie me lo explicó, fue solo intuición, jugaba con ello y cuando pude, edité mi primera revista, la cual consistía en unir varias hojas de papel con pegamento a manera de publicación y luego, después de inventar una breve historia, salía a compartirla con mi familia, amigos y vecinos.

Hoy me dedico a crear contenidos e historias, es parte de la manera en la que me gano la vida y todo comenzó con un juego, sin llegar a pensar que a eso me iba a dedicar ¿A qué jugabas? Si haces como yo un recuento de los juegos que tanto nos gustaban, es muy probable que hoy en día te estés dedicando a eso o algo tenga que ver con ellos.

Hago también la siguiente reflexión: Si lo que estás realizando no tiene nada que ver a lo que actualmente te dedicas, es muy probable que lo hayas aprendido en el camino y que también sea algo que te apasiona o tal vez no, en eso radica la alegría con la que realizas tu actividad y conozco a una gran cantidad de personas que les cuesta mucho trabajo lo que hacen o sienten que hay una enorme carga en realizarlo.

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“El trabajo que Dios ha dado”

Mi sugerencia sería: ¿A qué jugabas? Y tal vez ahí encuentres la razón por la que en ocasiones has pensado que tu trabajo es difícil. Lo que es una realidad es que no hay manera de regresar el tiempo y volver a jugar como niños, quienes tuvimos la dicha de dedicarnos a lo que en algún momento nos hizo muy felices, es una gran bendición. Valoremos nuestro tiempo presente, sin olvidar lo que un día nos inspiró a buscar nuestros sueños, lo que haremos en el futuro tiene mucho que ver con ese tiempo que ya no volverá.

“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora:

Tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar y tiempo de curar; tiempo de destruir y tiempo de edificar; tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de lamentar y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras y tiempo de juntarlas; tiempo de abrazar y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar y tiempo de perder; tiempo de guardar y tiempo de desechar; tiempo de rasgar y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar; tiempo de amar y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra y tiempo de paz ¿Qué provecho saca el que trabaja de aquello en que se afana?

Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él. Todo lo hizo hermoso en su tiempo. También ha puesto lo eterno en el corazón de ellos, sin lo cual el hombre no alcanza a percibir la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin”. Eclesiastes 3, 1-11