Rafael Salomón
Comunicador católico

Una despedida en tiempos de Covid


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Qué difícil es empezar cualquier despedida, ninguno estamos preparados para el último adiós, el definitivo.



Por más tranquilidad que se tenga, por más conocimientos adquiridos, las despedidas son devastadoras.

Decirte adiós en estas condiciones, ver cómo tu luz poco a poco se va apagando, todo tu ser se debilita y yo no puedo hacer nada, absolutamente nada.

No he dejado de pensarte, de orar incesantemente por ti y tu salud, mi corazón se aflige y mis ojos se llenan de lágrimas, ya no puedo y me debilito al saber que el desenlace está muy cerca.

Mi confianza es firme en Dios, pero algo me dice que tu vida está llegando al final, las condiciones en las que estás no son alentadoras y una vez más siento ese vacío tan grande y pesado en mí por no poder hacer nada y solo ver cómo tu vida está llegando al final.

Un final como no debía ser jamás

Duele el alma, duele el cuerpo, duele la vida ¿por qué así? En medio de esta pandemia, de un virus que todo lo toca, donde la distancia es lo más saludable, hoy quisiera estar cerca de ti y darte el mejor de mis abrazos y decirte al oído cuánto te amo.

No puede ser y no podrá ser, algo dentro de mí me dice que tendré que aceptar el final de esta manera, como nunca lo había imaginado, como no debería ser jamás.

Elevo mi humilde oración y le pido a mi Padre Eterno que por favor escuche nuestras plegarias, pero veo la realidad y la verdad me dice otra cosa, que es tiempo de ir preparando la despedida.

Una vez más vuelvo a tener fe, pero esta realidad me pone de frente al dolor más grande.

Aceptar que ya no estarás entre nosotros

La vida es frágil y el tiempo llega en el momento menos imaginado y es que creemos que nunca nos sucederá, que la despedida no llegará todavía.

Te pienso y los hermosos recuerdos que pasamos juntos me inspiran, eres un alma grande, una mujer que siempre se impuso a la adversidad, tanto amor se agolpa en mi pecho, así como el dolor que siento al verte debatiéndote en estos momentos.

Es la vida y duele tanto, todos pasaremos por ese camino. Siento una enorme tristeza al ver cómo tu luz se apaga.

Comienza la despedida, aceptar que ya no estarás entre nosotros, recordarte con tanto amor por todo lo que me hiciste sentir y vivir. ¡Sabes que te quiero hasta la eternidad!

Una parte de mí se va contigo, siempre la muerte se lleva un poco de nosotros, eres y serás siempre mi ángel, seré el hijo que no te dio la vida, así me lo hiciste sentir.

Me despido sin quererlo, esperando volver a verte, en ese cielo prometido donde está tu mamá, tu papá y hermanos, tendrás toda la eternidad para estar con ellos y mientras aquí dejas un enorme vacío, tristeza y dolor, es la promesa de las despedidas.