Rosa Ruiz
Teóloga y psicóloga

La presencia y la figura


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Es raro el verano que no se me echan a perder las plantas de casa o parte de ellas. Y mira que me gusta cuidarlas y verlas bonitas. Pero este año no… Alguna anda medio floja, así como alicaída, medio cabizbaja, pero está viva y espero que pronto recupere fuerza y brillo.



La razón es simple: este año he estado más tiempo en casa, han estado menos tiempo solas. Es cierto que, además, busqué algún remedio sencillo para mantenerlas con un mínimo de agua sin anegarlas. No es muy difícil y lo puedes comprar en cualquier sitio por poco dinero. Solo requiere dedicar un rato para pensarlo, buscarlo, prepararlo… y que alguien pasara por casa con cierta frecuencia.

Y pensaba lo mucho y bueno que puede hacer un pequeño gesto, una presencia, un mensaje, un detalle… Y lo mucho y malo que puede hacer un silencio, un mal gesto, un olvido, una dejadez, una ausencia… Unos gestan vida, otros amenazan muerte.

San Juan de la Cruz

Y pensaba que algo que vemos tan claro cuidando nuestras plantas o las mascotas –quien la tenga–, nos cuesta mucho verlo en nosotros mismos y en las relaciones que nos importan. Podemos hacer muchas cosas, tomar decisiones, pero pocas cosas más eficaces que la presencia y la ausencia para hacer crecer un vínculo o dejarlo morir.

Y recordaba aquellos versos de san Juan de la Cruz en el ‘Cántico Espiritual’:

“Mira que la dolencia
de amor, que no se cura
sino con la presencia y la figura”.

El amor o todo aquello que nos importa en la vida y nos da sentido, duele. Todo vínculo duele porque no es posible amar a algo o a alguien sin que se nos cuele por dentro y nos enrede la vida. Cuando quieres de verdad a algo o alguien, la ausencia forma parte de la relación. Echar de menos es ese otro modo de querernos cuando no estamos. Es ese dolor que solo se cura con la presencia y la figura. No hay más.

Manos plantando una higuera

No sé si mis plantas me han echado de menos. Pero sí sé que una ausencia prolongada las hubiera matado. O al menos tendría que haber pedido a alguien que viniera a regarlas. Me gustaría recordarlo al mirarlas: si quieres perder una relación, un proyecto, una persona, un vínculo, será suficiente con desaparecer, con no hacerte presente, con no compartir miradas, conversaciones, detalles…

Y al revés: cuidar aquello que es importante para mí, a aquellos que quiero que formen parte de mi vida no pide hacer cosas increíbles. Solo regalarnos la presencia y la figura, la complicidad, el lenguaje compartido, el tiempo. Y al revés, no lo dudes: quien te quiera encontrará el modo de estar contigo, de hacerse presente, de acompañar tu vida tanto cuando el suelo se quiebra bajo tus pies como cuando la alegría te rebosa por las orejas. Así de simple: o “estás” o se morirá de sed.