José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

Justicia, no solo castidad


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La moral católica siempre ha batallado con la valoración de la castidad y de la justicia, saliendo mejor librada la primera. Abundan los testimonios angelicales de jovencitas que alcanzan el martirio por defender su virginidad. Una aureola celestial rodea su iconografía.



No tienen la misma suerte quienes son asesinados por defender, a causa de su fe, las tierras de los campesinos. Se les califica de valientes, hasta heroicos, pero se invita a analizar con detenimiento si su entrega no era fruto de un mero activismo social. Pareciera que son santos de segunda categoría.

Lejos de la elevación a los altares el fenómeno es semejante. Conozco hombres de negocios y amas de casa que se privan de la comunión eucarística si vieron un film porno, pero que no se sienten en pecado si pagan salarios injustos a obreros y empleadas domésticas.

Y esta diferencia en la valoración, me parece, ha sido más evidente en los recientes escándalos que han afectado a la Iglesia Católica. La problemática tiene sus antecedentes, pues ha sido una práctica frecuente en las parroquias y diócesis castigar a los curas que tienen un comportamiento indebido, sobre todo si es con un menor, y ser muy comprensivos con quienes no rinden buenas cuentas en la administración económica de sus comunidades.

La mínima acusación de pederastia desencadena un protocolo sumamente estricto en contra del acusado -muchas veces para atemperar los deseos de sangre por parte de la opinión pública-, pero si un párroco no reporta los ingresos de la rifa veraniega recibe comprensión: “es distraído”, dice su obispo, “los números no se le dan”. En pocos casos se investiga si, en realidad, la desviación de recursos obedece a una imprudencia o a un propósito directo de quedarse con un dinero que no es suyo.

El actual juicio contra el cardenal Giovanni Angelo Becciu, candidato de los italianos para suceder a Francisco, por malversación, blanqueo, fraude y abuso de poder, marcan un parteaguas en la historia eclesiástica. Becciu era un funcionario de alto rango en la poderosísima Secretaría de Estado, y el que sea sometido a juicio significa que, para el Papa argentino, no puede haber impunidad en su círculo íntimo.

Habrá qué ver cómo transcurre el litigio, pero hay un elemento que no se ha ventilado en los medios, y que está ahí presente. Hace tiempo, el también cardenal George Pell, acusado y absuelto -después de pasar más de un año en una prisión australiana- por abuso de menores, solicitó que se investigara a Becciu, por la posibilidad de haber financiado una campaña mediática y a través de pagos a testigos en su contra. No olvidemos que Pell fue comisionado por Francisco para sanear las finanzas vaticanas, y encontró irregularidades en la gestión de Becciu.

En fin. Esperemos el final de este culebrón. Lo cierto es que a Francisco le importa que sus pastores no sólo sean castos, sino también justos.

Pro-vocación

Me llama la atención el revuelo que ha causado el esfuerzo papal por limitar las celebraciones eucarísticas en latín. Hasta pareciera que con esa decisión se está afectando a millones de católicos en el mundo, cuando en realidad son muy pocas las misas tridentinas que se ofician en las diócesis. El problema, ya lo hemos dicho, es otro: la visión de una iglesia de puertas abiertas y en salida de Bergoglio, no es compartida por muchos clérigos, cardenales incluidos.