Rosa Ruiz
Teóloga y psicóloga

Girasoles


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¿Te gustaría ser de hoja perenne o caduca para ir cambiando con las estaciones? ¿Eres más de vivirte como flor de cerezo o lo tuyo es ser como la jara siempre verde que adorna los laterales de las carreteras? Quizá a todos nos gustaría tener algo de flor de garza blanca (dicen que es la más delicada de todo el planeta tierra) o la libertad de los lirios del campo o igual estás en un momento que preferirías ser un chopo fuerte y fresco a las orillas de un río…



La naturaleza y su diversidad siempre me parece sugerente y nos devuelve muchas cosas de nosotros mismos, los humanos. Con el calor que ahora hace por este lado del mapa, me he fijado esta vez en los girasoles. Aunque todos tengamos algo de exóticos, de bellos, de delicados, de cambiantes… o incluso de cardos… seguramente, la mayoría de nuestra vida se parece más a los girasoles en verano: resistentes a la sequedad, duros para seguir en pie si azota alguna granizada o tormenta de agosto, buscando la fuente de vida y moviéndonos a su son. Los girasoles son sobrios y sencillos y así, sin más, llenan de color los campos de Castilla… y de tantos otros lugares.

Floración anual

La floración de los girasoles es doble (anual). En primavera apenas tienen unos centímetros y en el mes de agosto pueden alcanzar 3 metros de altura, con sus flores en plena madurez. Así esperan al otoño, donde se recoge el fruto (las pipas de girasol). El girasol no crece ni vive solo. Le gusta extenderse por llanuras y colinas, y a la vez, es el gran compañero de viaje cuando transitas las carreteras españolas.

Pero el girasol es nativo de América. Desde allá vino. Cuentan que muchas culturas antiguas lo veneraban como símbolo del dios sol. Quizá porque contemplarlos genera en nosotros buen humor, estimulan la creatividad, relajan y tonifican los músculos (eso dicen). No me extraña. Son plantas que parecen sonreír cuando las miramos. Llenan de color los campos sin invadirlos. Hechizaron a Van Gogh y en la belleza simple de sus trazos siguen seduciendo a miles de personas en todas las culturas.

girasol

Y, por si fuera poco, el girasol es tan sencillamente lúcido que su vida es girar buscando el sol que le alimenta. El simbolismo habla por sí mismo.

La mayoría de nosotros creo que somos girasoles. Simples y bellos. Con fe o sin ella. Llamados a desplegarnos y embellecernos en la sequedad del verano, porque hemos crecido en primavera y así en otoño estaremos listos para ofrecer los pocos o muchos frutos que podamos dar. La mayoría de nosotros, allá donde estamos, llevamos la capacidad natural interior de girarnos siempre buscando la fuente de vida, buscando el sol. Y ojalá, cuando vivimos con semejante simplicidad, seamos también para otros generadores de optimismo, de ganas de vivir, de poner color a la vida.

En definitiva, como canta Rozalén, igual vivir es más sencillo de lo que pensamos: ser buena gente, valientes, honestos, diversos… campos dorados de girasol.