¿Expulsó Jesús a los mercaderes del templo? (I)


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Hace unos días surgió en clase la cuestión del episodio evangélico de la expulsión de los mercaderes del Templo. Según la mayoría de los autores, nos encontramos ante un acontecimiento verosímilmente histórico, ya que se le puede aplicar el criterio de testimonio múltiple, habida cuenta de que aparece atestiguado en los cuatros evangelios. Además, es un hecho que muy probablemente tuvo mucho que ver con los últimos acontecimientos de la vida de Jesús, es decir, su arresto y su condena a muerte.



Otra cuestión distinta es qué ocurrió, es decir, por una parte, las dimensiones de ese acontecimiento y, sobre todo, su sentido. Hasta ahora ha sido frecuente denominar a ese hecho “purificación” del Templo. Es como si Jesús tratara de poner orden y limpiar el santuario de Jerusalén, mancillado por la presencia de vendedores de animales y cambistas de moneda. Sin embargo, la presencia de esas personas y sus actividades en el Templo eran absolutamente necesarias para el culto.

Atrio de los gentiles

En primer lugar, vendedores y cambistas no se encontraban propiamente en el santuario, sino en los atrios que lo rodeaban, especialmente en el llamado “atrio de los gentiles”. Pero, en segundo lugar, el culto exigía su presencia. En efecto, los israelitas no podían arriesgarse a llevar los animales destinados al sacrificio por temor a que fueran rechazados por los sacerdotes al no ser animales ritualmente puros, conforme al mandato divino: “No ofrezcáis nada defectuoso, pues no os sería bien aceptado” (Lv 22,20). De hecho, algún profeta, como Malaquías, denuncia prácticas fraudulentas a este respecto: “¿Está bien traer un animal ciego para sacrificar? ¿Está bien traer un animal cojo y enfermo para sacrificar? […] ¡Maldito sea el estafador que, teniendo en su rebaño un buen macho y habiendo hecho un voto al Señor, le ofrece un desecho! Pues yo soy un gran rey –dice el Señor del universo–, y todas las naciones temen mi nombre” (Mal 1,8.14).

Mercado 2

Por tanto, era necesario que hubiera vendedores de animales “aceptables” para que pudieran ser sacrificados en el Templo. Pero esos animales no podían ser comprados con moneda “profana”, que, por ejemplo, podía llevar la efigie del emperador romano. Para eso era necesario cambiar esa moneda por otra “ritualmente aceptable”. Y esa era la función de los cambistas. Paradójicamente, la moneda del Templo era el siclo de plata de Tiro, que llevaba el rostro del dios Melkart.

De esta manera, lo que Jesús hizo al expulsar a vendedores y cambistas del Templo no fue “purificarlo” o limpiarlo, sino impedir simbólicamente que pudiera haber culto en él. A eso apuntan también las citas del Antiguo Testamento que encontramos en el episodio. Pero de eso hablaremos próximamente.