Decía en la última entrega de este blog que la expulsión de los mercaderes del Templo es uno de los hechos indudablemente ciertos de la vida de Jesús. Y que su sentido no fue una mera “purificación”. De hecho, las palabras que pronuncia Jesús pueden ayudarnos a comprender el significado de la acción.
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En Mc 11,17 dice Jesús: “«¿No está escrito: “Mi casa será casa de oración para todos los pueblos”? Vosotros, en cambio, la habéis convertido en cueva de bandidos”. Leemos prácticamente lo mismo en Mt 21,13 y en Lc 19,46. En cambio, en Jn 2,16 dice Jesús: “Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre”. Estas palabras de los evangelios son, en realidad, citas de pasajes del Antiguo Testamento.
En concreto, lo que dice Jesús en los sinópticos son dos citas: una de Is 56; la otra, de Jr 7. En la primera, el profeta Isaías sale en defensa de dos grupos que tenían prohibida la entrada en el Templo de Jerusalén: los extranjeros y los eunucos. Dios dice por boca del profeta: “A los eunucos que observan mis sábados, que eligen cumplir mi voluntad y mantienen mi alianza, les daré en mi casa y dentro de mis murallas un monumento y un nombre mejores que hijos e hijas, un nombre eterno que no será extirpado. Los extranjeros que se han unido al Señor para servirlo, para amar el nombre del Señor y ser sus servidores, que observan el sábado sin profanarlo y mantienen mi alianza, los traeré a mi monte santo, los llenaré de júbilo en mi casa de oración; sus holocaustos y sacrificios serán aceptables sobre mi altar; porque mi casa es casa de oración, y así la llamarán todos los pueblos” (Is 56,4-7).
En Jr 7 se encuentra el llamado “Sermón del Templo”, donde el profeta exhorta a los judaítas a cumplir la alianza y a desechar una falsa religiosidad. En el v. 11, Dios afirma por medio de Jeremías: “¿Creéis que es una cueva de bandidos este templo dedicado a mi nombre?”
Finalmente, en el oráculo final de Zacarías –que cierra su libro–, hablando de los días del Mesías, se afirma: “Aquel día no quedará ni un comerciante en el Templo del Señor del universo”, que se corresponde a lo que se dice Jesús en el cuarto evangelio.
Un nuevo culto
Las tres citas, aunque en contextos distintos, coinciden en anunciar un nuevo culto en el Templo de Jerusalén. Y hacia ahí apuntarían las palabras que se ponen en labios de Jesús en los evangelios junto con sus gestos: con él, con el Reino, llegará un nuevo culto, es decir, una nueva relación con Dios.