José Luis Pinilla
Migraciones. Fundación San Juan del Castillo. Grupos Loyola

¿Excluimos identidades?


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Me embarco en la lectura del libro ‘Castellano’ de Lorenzo Silva. Quizás sea su novela más personal, donde narra la historia de los comuneros, pero no solo los hechos de rebelión y justicia de hace cinco siglos, sino su viaje personal hasta encontrar y aceptar su identidad castellana. Una identidad de la que habla como mestiza, la más mestiza de España, y progresista. Se ve en las ansias de libertad del Poema de Mío Cid o el de Fernán González y en los comuneros. Y una identidad marcada por un lado, por ser la creadora de esa lengua, el castellano, que hablan 500 millones de personas y por otro, por la aversión al vasallaje, a la dominación injusta como la historia comunera enseña.



Lo hago envuelto en lo difícil que nos resulta, desde hace tanto tiempo, conjugar identidades distintas y variadas. Y empujado, como seguramente hacen muchos, por mi propia identidad nunca percibida, sentida ni articulada como arma arrojadiza contra el otro.

Con un añadido conmovedor: el de las noticias que me aturden sobre tantos indígenas descubiertos ahora, asesinados en Canadá, Australia, Estados Unidos, etc. por instituciones estatales y eclesiales, en el intento de borrar su identidad y primar otra más vigorosa según el criterio del poder establecido. Mi vecino de blog, Fernando Vidal, lo ha reflejado y acentuado muy certeramente en ‘Los internados de borrado’.

La negación del otro

Recuerdo una visita a los jóvenes alemanes emigrantes en Colonia, donde al preguntar a una joven en la ejemplar Misión Católica para emigrantes de habla española en Alemania (junto a otras similares en Europa como Zurich, París, Amsterdam, Bruselas etc.) que cual era su identidad, me decía: En Alemania soy “la española” y en España, cuando viajo al pueblo de mis padres, soy “la alemana”.

canada internado indios

Cientos de zapatos a las puertas del internado canadiense donde han aparecido los restos de más de 700 niños indígenas

Decía Amín Malouf que la globalización ha llegado sin instrucciones de uso, y que en realidad todo el mundo se dice a sí mismo que está amenazado y que tiene que pelear para defenderse. Con exclusiones variadas, incluso legales y judiciales que tantas veces afectan a los más pobres y son defendidas muchas veces con muchos tipos de muros y vallas. Por no decir con armas. Eso provoca que hay muchos que se arrogan el papel de defensores de nuestra comunidad, de nuestro pueblo, con un excluyente discurso identitario. Están por todo el mundo. La gran paradoja es que nos peleamos probablemente porque nos parecemos cada vez más unos a otros.

El mismo Amin se preguntaba el porqué de las identidades excluyentes y denunciaba apasionadamente la locura que incita a los hombres a matarse entre sí en el nombre de una etnia, lengua o religión. Su libro ‘Identidades asesinas’ es, a la vez, una tentativa de comprender por qué en la historia de la humanidad la afirmación del uno ha significado siempre la negación del otro. A la pregunta sobre su identidad, dada su condición de hombre situado entre Oriente y Occidente que gravita sobre si se siente más libanés o más francés, responde que por igual: “Lo que me hace ser yo mismo y no otro es que estoy a caballo entre dos países, entre dos o tres lenguas, entre varias tradiciones culturales. Ésa es mi identidad”.

Integración contando con todos

Me gustó también cómo Lorenzo Silva habla al meterse en los territorios resbaladizos de la identidad. Tras escuchar al grupo musical Nuevo Mester de Juglaría –algunos hacemos lo propio al menos el 23 de abril recordando Villalar– en su poema cantado de ‘Los comuneros’ da a luz al libro citado al principio. Y Silva marca con claridad su mirada: “La identidad es una aventura individual y personal, elegida, con la que te sientes libre y bien”.

Me gustaría que en España no habláramos de “identidades asesinas” ni, por supuesto. del asesinato de identidades ni siquiera con el (mal) uso de la palabra. E incorporarnos a toda la historia de los flujos migratorios, que tanto en Europa como en Estados Unidos y otros países demuestra que las situaciones migratorias desembocan siempre en una identidad común en torno a unos valores compartidos. Lo peligroso es que las cuestiones de identidad se articulen en torno a los prejuicios y sentimiento simples y demasiado espontáneos. Que, por desgracia, a menudo ocultan un “racismo hipócrita” que diría sabiamente el gran experto Sami Naïr.

Una dinámica forjadora de identidades que puede verse contrariada por la ausencia de una buena política de integración que no se centre solo en los migrantes vulnerables o vulnerados –aunque priorice la preferencia por los empobrecidos–, sino que cuente con los otros (¡hay 7 millones de extranjeros en España!) sin posturas asimétricas donde esos otros apenas cuentan.

“El otro no es un extraño”

Por ahí creo camina la Fratelli Tutti, dedicada a la fraternidad y a la amistad social, inspirada en san Francisco de Asís. Es una llamada a “una fraternidad abierta, que permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite”. Y donde, partiendo de una pertenencia común a la familia humana, desde el hecho de reconocernos como hermanos, porque somos hijos de un solo Creador, necesitamos tomar conciencia de que en un mundo globalizado e interconectado sólo podemos salvarnos juntos.

Y que de alguna manera lo aplica mi amigo Sergio Barciela, buen conocedor de las migraciones en Cáritas Española , al defender su tesis doctoral en Comillas (que estos días releo más libre de ocupaciones), ‘Teoría de los marcos de ruptura’: “La sostenibilidad de la vida (en este caso en las ciudades) pasa, además de por la reducción de la pobreza y la desigualdad, por el encuentro y el reconocimiento de los otros, la alteridad, esos extraños que viven relegados y marginados en los barrios más pobres y degradados”. Los pobres no son ajenos a nuestra historia personal, sino pieza necesaria de ella, como indica Fernando Vidal siguiendo a Levinas: “El otro no es un extraño, sino que hay una historia común en la que somos siameses”.