José Francisco Gómez Hinojosa, vicario general de la Arquidiócesis de Monterrey (México)
Vicario General de la Arquidiócesis de Monterrey (México)

Entre el profesor y el pastor


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Ya pasó poco más de un mes en que Robert Francis Prevost Martínez se convirtió en el papa León XIV. He leído múltiples comentarios que lo llaman Benedicto XVII o Francisco II, ya porque observan una ruptura con su predecesor, en base a algunos signos que comentaremos en seguida, ya porque ven, más bien, una clara continuidad con el difunto papa argentino, basados también en ciertas señales. Veamos.



Quienes apuestan por el rompimiento observan los siguientes detalles: el nuevo pontífice ya no vivirá en Santa Marta sino, probablemente, en el Palacio Apostólico, residencia oficial de los Papas; salió al balcón para saludar a la multitud revestido de roquete y mucete, a diferencia de la nítida sotana blanca de Bergoglio; no se quita el anillo del Pescador y alienta el que se le hagan reverencias, para resaltar la importancia del papado; en materia sexual, Francisco, sobre todo en lo relacionado con personas homosexuales y con las bendiciones a divorciados vueltos a casar, parecería más abierto que León.

Del otro lado, en el frente que observa secuencia y prolongación de la anterior gestión, resaltan la intencionalidad en el nombre asumido por Prevost Martínez, que manifiesta su énfasis en la Enseñanza Social de la Iglesia, como lo hizo Francisco; otro dato que se considera importante: el cardenal Víctor Fernández ‘Tucho’ -brazo derecho doctrinal de Bergoglio-, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, ha sido recibido en varias ocasiones por León XIV, lo que hace suponer su permanencia en esa importante posición; y, por último, Prevost Martínez no solo no ha minimizado el tema de la sinodalidad, sino que lo ha fortalecido.

León XIV, en la Vigilia de Pentecostés

León XIV, en la Vigilia de Pentecostés

Es prematuro decantarse por una posición u otra. Solo el tiempo lo dirá. Yo me atrevo a anticipar que León XIV buscará un equilibrio entre el profesor –Benedicto XVI– y el pastor –Francisco de Roma-.

En efecto. Es de todos sabido que Ratzinger ha sido considerado como uno de los teólogos académicos más dotados del siglo pasado y del actual. Nadaba como pez en el agua cuando se encontraba en las aulas o las bibliotecas, pero no era lo suyo la talacha pastoral. Su producción bibliográfica es ingente, y los diccionarios teológicos ya lo incluyen entre sus mejores representantes.

Francisco de Roma no terminó su doctorado, y aunque tuvo intuiciones teológicas de gran valor, se distinguió más bien por el pastoreo. No en balde se le llamó el párroco del mundo, y la calle y las plazas eran sus sitios preferidos, en vez del salón de clases. No es que fuera limitado intelectualmente, pero la fina disquisición o el discurso grandilocuente estaban lejos de sus prioridades.

Prevost Martínez tiene lo más granado de los dos: es doctor en Derecho Canónico y fue misionero en Perú. Estamos, entonces, ante un profesor que es pastor, ante un pastor que fue profesor. Veremos si logra mantener esta armonía, o triunfa alguno de los dos matices.

Pro-vocación

En mi reciente libro, ‘La pastoral del papa Francisco en diálogo con la filosofía intersubjetiva. Coincidencias y desafíos‘ (PPC), afirmé que la propuesta pastoral del difunto Bergoglio quiere favorecer y no entorpecer el encuentro con Dios -como sí lo hacen muchas posturas rígidas y legaloides de no pocos jerarcas y laicos que se sienten dotados con la verdad absoluta-. Propone a la naturaleza, a los más pobres y desprotegidos y, en especial a Jesucristo, como las principales vías de acceso para llegar a Dios.