Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

El remedio contra la corrupción


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La ONG Transparencia Internacional dio a conocer las cifras sobre índice de percepción de corrupción en 2023, y lastimosamente los países latinoamericanos destacan por sus primerísimas posiciones.



Y no, no es un asunto de la colonia, del imperio, de quién llegó hace doscientos años, ni de cómo llegó o lo que hizo, sino lo que se hace, lo que hacemos, cómo somos y cómo se comprende la acción pública.

Obviamente destacan en el índice las peores referencias de gobierno, Venezuela y Nicaragua, que para nadie es un secreto, son una vergüenza a la racionalidad del siglo XXI, con esquemas dictatoriales del siglo XIX.

Ni de uno, ni de otros, un problema de todos

Pero no es solo un asunto ideológico, aunque la izquierda criolla tiene bien metida su mano, las cifras de tendencias políticas de ambos lados, no son nada alentadoras.

Tampoco es un tema solo de políticos, y aunque no todas las personas en una sociedad pueden ser catalogadas como corruptas, sí una buena parte permite el entramado de acciones, que normalizan el mal.

En el promedio del puntaje del informe de corrupción, 20 países están en números rojos, por encima de la media, es decir, 60.6% del continente es corrupto, lo que se traduce en menos condiciones de vida, mayor éxodo migratorio. Ah, y más pobres para manipular y engañar.

Ya nos han dicho el antídoto

Más allá de la simple denuncia, la idea de los datos es abrir la discusión de ¿qué hacer?, ¿qué cosas tienen que cambiar?, ¿qué es necesario sembrar?, ¿qué se les puede exigir a los políticos, y los que los ponen allí, con el voto, a esos políticos?.

Papa Francisco en Fratelli Tutti, con ese realismo que le caracteriza, y del que habla sin medias tintas dijo: “ya hemos tenido mucho tiempo de degradación moral, burlándonos de la ética, de la bondad, de la fe, de la honestidad, y llegó la hora de advertir que esa alegre superficialidad nos ha servido de poco” (FT 113).

La respuesta que propone el papa es la misma de la Iglesia en todos estos años, e incluso de manera inmediata, su antecesor, Benedicto XVI; la caridad, la verdad, y la relación recíproca entre estas.

Si, la política como la expresión más alta de la caridad, en la denominada amistad social. “La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos” (FT 183).

Amar la patria, amar a los ciudadanos a los que se sirve, amar incluso a quien se opone al propio proyecto político, ya que “el amor social es una fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos” (FT 183).

Ojalá algún día brille América Latina por esta luz de la caridad, y no por la estridencia de la corrupción, la pobreza, la desigualdad, y todas esas cosas que sabemos que están mal, pero pareciese que no se hace nada, para que cambien.


Por Rixio Gerardo Portillo Ríos. Profesor e investigador en la Universidad de Monterrey