Redactor de Vida Nueva Digital y de la revista Vida Nueva

¿Descansará Julen en paz?


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Poco antes de que se conociese la noticia –una alerta en el móvil cuando debería llevar un buen rato durmiendo llama mi atención– un grupo de jóvenes expresa, de forma espontánea, la inquietud por la larga búsqueda de trece días de pequeño Julen. En estos días hemos oído geólogos, bomberos, mineros y delegados del gobierno a partes iguales a cada hora del día. Los programas de la mañana han construido casi un ‘reality’ macabro. Hay también quien en estos días ha sembrado la duda ante los padres o los vecinos… Estaba inevitablemente en el ambiente.

Ahora el cuerpo sin vida del pequeño Julen ya ha aparecido. A la 1:25 horas de la madrugada. A más de 71 metros. Tras remover 85.000 metros cúbicos de tierra. Gracias a 300 efectivos. Con la ayuda precisa de 8 mineros –poco después de que la Unión Europea haya clausurado las minas que alentaron Asturias durante un siglo–. La angustia ha dado paso a la impotencia y el desánimo.

Ese pozo que arrebatado la vida a Julen –y que glosaba en su blog hace unos días Ianire Angulo– abrirá desde hoy mismo debates de lo humano y lo divino. Los pozos ilegales al descubierto, los costes del dispositivo en el monte de Totalán, las coberturas informativas de la tragedia, la deriva judicial y forense, las imprudencias en el monte, la vigilancia de los niños… están ya sobre la mesa –de los bares, en las casas y desde el lunes en los contenedores (sí, casualidad o no se llaman así a los programas magacines de la televisión o la radio) de la mañana–.

Ante la soledad, caricia

Mientras, de puertas para adentro, queda la nostalgia hasta la desesperación. En la familia habrá que asimilar la pérdida de un segundo hijo casi en los primeros pasos de la existencia. “Hay dos maneras de mirar las dificultades: o lo miras como algo que te bloquea, que te destruye y te detiene, o lo miras como una oportunidad”, decía Francisco hace un año. Dios sale al encuentro de esa familia a través del apoyo popular que se ha vivido en su entorno en estos días, ante las declaraciones de quienes se sienten cercanos, de quienes ofrecen una oración con un nudo en el estómago… “Son las manos de Dios que acarician en los momentos de dolor, que nos consuelan. ¡Nuestro Padre nos acaricia! Nos quiere mucho”, proseguía el Papa.

Hoy nos toca a todos ser caricia de Dios. A través de la profesionalidades de quienes continúan la investigación. A través de la construcción de encuentro entre quienes teclean en las redes o debaten en la misma mesa. Y a todos, las claves de Francisco: “En los momentos de tristeza, poca o mucha, en los momentos oscuros: oración, paciencia y esperanza. No olvidéis esto”.