Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

Desarmada, desarmante


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A un mes de la histórica elección del papa León XIV vale la pena seguir comentando las palabras en su primera aparición desde la Basílica de San Pedro y el enérgico llamado a la paz. Más aún, en un mundo en el que puede sonar paradójico y utópico que un líder global hable de paz, en medio del concierto estridente de los belicosos en el poder.



El tema es que la violencia no solo está normalizada, sino justificada, aplaudida, alimentada y hasta admirada por muchos. Ya la guerra no es una novedad, y la muerte o ataque de tantos son el pan nuestro de cada día. Y no, no es un asunto de Medio Oriente o en Ucrania, de este lado del mundo sobran ejemplos.

Pero la violencia, como el mal en el mundo, no es hija de padre desconocido, como diría el célebre José Luis Martín Descalzo, es producto de la decisión voluntaria y personalísima de muchos.

Escultura

El llamado el día de la elección

La brillante intuición del papa Prevost, al invocar una paz desarmada en un mundo que exhibe las armas y la guerra como trofeos para el respeto y la autoridad, es más que valiente y pertinente.

La paz desarmada es aquella que no hace uso de la fuerza sino de la razón y los argumentos, y que surge del convencimiento de que es posible, realizable, y alcanzable; más aún para el cristiano, pues la paz es un fruto de la presencia de Dios.

En la paz desarmada no hay vencidos porque cuando impera el pensamiento de bien, se gesta el bien, se conserva el bien, se practica el bien, por tanto, la paz desarmada no es producto o consecuencia de la guerra.

La paz desarmada es aquella de la que hablaba Pío XII, cuando afirmaba que “nada se pierde con la paz, todo se pierde con la guerra”, por lo que podríamos decir que con la violencia no solo se pierde todo, sino que perdemos todos.

La paz desarmada es desarmante

Sin embargo, no solo la paz puede ser desarmada, también es desarmante porque ante los argumentos de bien que brotan de una sana conciencia humana, no hay motivos para justificar la violencia, es decir, cuando la persona, la sociedad, el país son conscientes del mal causado por la violencia, el camino del desarme se hace tarea; el desarme no solo en municiones, sino en palabras, gestos, y acciones.

De la paz desarmante conocemos muchos ejemplos, la resistencia civil; los pacíficos a lo largo de la historia; los que han sabido perdonar el mal con la mansedumbre; los que que apuestan por la justicia que se abre la solidaridad y no solo al ajusticiamiento de la revancha. Son tantos los nombres que merecerían más que un febril challenge en TikTok.

La paz desarmada – desarmante no se traduce en muerte ni en un cementerio de víctimas, al contrario, surge del sepulcro de Aquel que venció la muerte con la vida.

Si, el mundo necesita de la paz desarmada – desarmante pero esa necesidad no vendrá por una fórmula mágica, ni por una receta que se invente Chat GPT, sino por la determinación de hombres y mujeres que apuesten a una convivencia distinta.

La pregunta clave es: ¿quiénes están del lado de la paz?


Por Rixio G Portillo R. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey.

Foto: PixaBay