‘Debiera haber obispas’ es considerada la obra más famosa del mexicano Rafael Solana, escrita en 1953 y puesta en escena, por vez primera, durante 1954.
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Pero no. No se trata de una propuesta feminista, que pugnaba por el acceso de las mujeres al ministerio episcopal. Era una comedia que narraba la historia de Matea, cuidadora del padre Feliciano quien, antes de morir, sufre episodios de locura. Vecinos que la culpan de la muerte del cura son advertidos por el obispo: quizá, en su demencia senil, el párroco la reveló a ella todos los secretos de confesión, en los que pueden verse afectados sus malquerientes. A causa de ese temor, Matea se convierte en la mujer más poderosa del pueblo.
Pero me acordé del título, y lo saco a colación, por el reciente discurso de la obispa episcopal Mariann Edgar Budde, en el servicio religioso posterior a la toma de posesión de Donald Trump, el pasado lunes.
Mucho se han comentando las palabras que tanto irritaron al grosero presidente: pedir misericordia para quienes le tienen miedo, como lo son niños gays, lesbianas y transexuales; las personas que recogen las cosechas, limpian los edificios de oficinas, trabajan en granjas avícolas y plantas de envasado de carne, lavan platos en los restaurantes y atienden los turnos nocturnos de los hospitales. Aunque no tengan la documentación adecuada -insistió Mariann- no son delincuentes, pagan impuestos y son buenos vecinos. Más aún, la mayoría profesa una fe religiosa.
Pero, más allá de estas súplicas, si leemos su discurso íntegro podremos paladear el llamado que hace a la unidad, acotando tres fundamentos de la misma.
En primer lugar, honrar la dignidad inherente a todo ser humano, como afirman todas las religiones. Ello exige no burlarse, descartar o demonizar a aquellos que discrepan de nosotros.
El segundo fundamento es la honestidad, tanto en las conversaciones privadas como en el discurso público. Esto implica ser sinceros, pues de lo contrario, de nada sirve rezar.
Y el tercero es la humildad, porque todos somos seres humanos falibles, cometemos muchos errores, tenemos nuestros prejuicios y hacemos cosas de las que después nos arrepentimos.
Si el belicoso mandatario entendió el profundo contenido de esta propuesta, él, que para nada se distingue por respetar la dignidad de los demás, por ser honesto y humilde, tendría razón para molestarse. Pero no creo. Es demasiada antropología teológica para él.
Excelente, pues, el mensaje de la prelada, que tuvo la valentía, ausente en clérigos varones, de decirle al poderoso lo que sienten muchos carentes de poder. Por ello, debería haber obispas… católicas.
Pro-vocación
Bien por el papa Francisco, cuando nos recuerda, esta semana, que cruzar la Puerta Santa no es un acto mágico. Lo mismo tendría que decirse de la indulgencia plenaria y, en general, de sacramentos y sacramentales que, a falta de un verdadero discernimiento sobre su significado, pueden pasar de ser algo ‘sim-bólico’ (que nos une con Dios y con la Iglesia), a algo ‘dia-bólico’ (que nos separa de Él y de ella).