José Luis Pinilla
Horizontes abiertos y Presidente de CONFER-ALCALA. Grupos Loyola

Cruzar con Esperanza aunque duela


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  1. Preguntar la esperanza: cuando la fe se hace camino

‘Esperanza, ¿por dónde andas?’ —con esa pregunta abría la 31ª Asamblea General de la CONFER. Pero más que una consigna, era un clamor. En tiempos de desencanto, de estructuras que se agrietan y cifras que preocupan, la vida religiosa no se esconde ni se disfraza. Se mira al espejo, reconoce su fragilidad y, con la sencillez del Evangelio, vuelve a preguntar. Porque hay preguntas que solo se formulan desde el corazón creyente. Y hay caminos que solo se abren cuando se camina juntos.



Los religiosos y religiosas reunidos esos días en Madrid no buscaron respuestas rápidas. Buscaron caminos. Y caminaron juntos. Como aquellos de Emaús que, en medio del fracaso, compartieron el pan de la tristeza y la palabra del desconcierto. Pero algo pasó. Porque cuando se comparte la herida, el Resucitado se hace el encontradizo. Y entonces se levantaron. Y volvieron. Volvieron a Jerusalén, al lugar del conflicto. No huyeron. Y eso es cruzar una frontera.

  1. Vivir en la frontera: ni dentro ni fuera, justo en medio

La Asamblea no ha hablado de teorías. Ha puesto nombre a los bordes de la existencia. Y ha reconocido que el lugar de la vida consagrada no está en el centro del poder ni en los márgenes del olvido, sino en esa frontera que incomoda y salva. Donde la Iglesia y el mundo secularizado se rozan y a veces se hieren. Donde la cultura parece distante, pero aún susurra preguntas de sentido. Donde la dignidad humana grita desde los campamentos de migrantes, las periferias urbanas o los silencios que nadie escucha.

Esperanza ¿por dónde andas? Cartel de la 31 Asamblea General de CONFER

Desde la valla –esa metáfora que tantas veces he usado  para mirar el mundo desde el lado de los vulnerables– entendemos que el lugar de la vida consagrada hoy es ese: ni dentro ni fuera, sino justo en medio, como testigos incómodos, como puentes vivos. Estar en la frontera es renunciar al confort de los propios muros. Es elegir la intemperie del encuentro.

Por eso, la CONFER no se conforma con gestionar lo que queda. No se resigna a contar más o menos vocaciones o estas u otras  estructuras. No está solo para eso. Más allá.  La vida religiosa –nos dice esta Asamblea– está llamada a ser movimiento, paso, cruce. A no instalarse. A no reducirse a mantenimiento. A seguir saliendo al encuentro de quienes viven en los márgenes, no como benefactores, sino como hermanos. Porque solo se comprende la esperanza cuando se comparte el pan y la lucha.

  1. Cruzar con otros: un modo de fidelidad y profecía

La fidelidad ya no se mide por la repetición, sino por la osadía. Por la capacidad de seguir caminando cuando ya no hay caminos marcados. La Asamblea ha sido una llamada a la intemperie: a no parapetarse tras los muros de la costumbre, a vivir “desde la valla”, con los pies decididos a cruzarla. Allí, del otro lado, nos espera la esperanza. No como una idea, sino como un rostro. No como un futuro lejano, sino como una presencia que arde en el corazón mientras caminamos. Y para eso, pausada o ávidamente, valen todos los pasos y edades.

Esta Asamblea ha sido, en definitiva, una llamada a no quedarnos al margen. A no atrincherarnos en el “siempre se ha hecho así”. A vivir en la frontera como testigos en la noche que apuntan con su dedo a la luna, (no como sobrevivientes) para que otros vean la luna. A ser buena noticia en medio de tantas noticias malas. A seguir sembrando Evangelio, aunque sea a la intemperie. Porque hay esperanza. Y aunque no siempre sepamos por dónde anda, sabemos que camina con nosotros.

Colofón (en modestos versos):

Cruzar, aunque duela
Y al final del camino, cuando no quede nada más que fe desnuda y polvo en las sandalias, aún habrá quien cruce…

No nos pidáis certezas,
llevamos en las manos solo preguntas
y en los pies, caminos que arden.

Venimos del polvo, del silencio,
de noches sin estrellas
y seguimos andando
porque aún creemos
que el Reino se hace a pie,
a ras de tierra,
junto al que sufre,
junto al que calla.

No somos muchos,
pero somos llama.
Y mientras arda,
seguiremos cruzando vallas,
rompiendo muros,
sembrando en las grietas
el pan de la esperanza.