Rafael Salomón
Comunicador católico

Control del enojo


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¿Realmente sabemos controlarnos? ¿Podemos hacerlo cuando algo no va bien? ¿Sé controlarme en los diferentes momentos y circunstancias complejas de mi vida? Una gran cantidad de personas pierden el control de sus emociones ante las dificultades que se nos presentan cotidianamente, por ejemplo el tráfico, llegar tarde, la cancelación de algún compromiso.



Son sólo algunos de los ejemplos de la manera en que gestionamos algo muy importante, no sólo es el enojo, es la ira, la cual se intenta controlar; pero no sólo eso, es dominar nuestros sentimientos, es más que tranquilizarnos en un momento de explosión; más bien, es identificar esa emoción, llamarla por su nombre y después tomar decisiones acertivas que me permitan mejorar mi presente.

No es algo sencillo hablar del autocontrol y mucho menos ‘detener’ o ‘frenar’ esa ‘cascada’ de emociones que nos llevan a desconocernos. En esos segundos, debemos evitar reaccionar por impulso, algo que cuesta trabajo y que no es nada fácil. Existen técnicas que están al alcance de todos y que quiero compartir en este espacio.

Debemos conocer nuestros límites y no permitir que elementos ajenos a nosotros, controlen mi estado emocional; si bien es cierto, somos seres emocionales y lo que se espera es que respondamos con emociones, pero éstas no nos deben controlar, las palabras que se pronuncian cuando perdemos el control dañan a mi semejante, cuando estamos enojados y experimentando la ira, ofendemos.

El autocontrol es algo que nada ni nadie regula, sólo yo y mis emociones, por ejemplo: Puedo sentir miedo, validar mi miedo y decidir avanzar aún con esa emoción. Sentir odio y experimentar el más intenso de los enojos y elegir como respuesta la misericordia.

mujer y agua

Elegir la mejor opción

La naturaleza es muy sabia en ese aspecto, los lobos machos cuando se pelean por defender su territorio, lo hacen de una manera muy violenta y en el momento final, uno de los lobos ya ha sido vencido y el otro, el ganador, tiene la oportunidad de acabar con la vida de su oponente.

No lo hace, un movimiento bastaría para acabar con su opositor, pero en ese instante, la naturaleza del lobo hace que se detenga, que se declare vencedor, pero no acaba con la vida del perdedor, simplemente se detiene, y ¿Por qué se detiene?

Sería tan sencillo acabar con la vida del perdedor, pero para ellos la pelea ya terminó y la especie es lo más importante, vale mucho más la preservación de la especie que acabar con la vida del vencido, por ello, la naturaleza nos demuestra, que con autocontrol somos capaces de llegar al límite sin ofender, sin herir. Te invito a que pensemos juntos, ¿Cómo gestionamos nuestras emociones? ¿Nos sabemos autocontrolar?

Porque los lobos sí pueden y seguramente que si la naturaleza los ha dotado con ese instinto, estoy seguro que también nosotros podremos dominarnos, en los momentos más complicados de nuestra vida. En el instante en que estamos enojados, cuando nos invade la ira, hay que observar las posibilidades y sin perder algo importante: La calma, entender qué es lo que nos está pasando, mirar nuestra realidad y elegir la mejor opción en ese momento de dolor.

Darme la libertad de elegir cómo quiero responder, cómo quiero reaccionar, validar mis emociones y permitirme enojarme, equivocarme, sin hacerme ni hacer daño.

“Domina tu enojo, reprime tu ira; no te exasperes, no sea que obres mal; porque los impíos serán aniquilados, y los que esperan al Señor, poseerán la tierra”. Salmo 37, 8-9.