Tribuna

Francisco: su trabajo era su misión

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En esta Pascua Cristo nos dice: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí… Su voluntad es que no pierda nada de lo que me ha dado”. ¡Qué inmensa dulzura tienen estas palabras! El papa Francisco pertenece a Cristo, le pertenece a Él, y ahora que ha dejado esta tierra es plenamente de Cristo. El Señor ha llevado consigo a Jorge Bergoglio desde su bautismo y a lo largo de toda su vida. Pertenece a Cristo, que le prometió la plenitud de la vida.



Ustedes saben con cuánta ternura el Papa Francisco habló de Cristo, cómo disfrutó del dulce nombre de Jesús, como un buen jesuita. Sabía bien que era suyo, y ciertamente Cristo no lo abandonó, no lo perdió. Este es nuestro deseo de que celebremos con la alegría de la Pascua bajo la luz preciosa del Evangelio de hoy.

Personas deshonestas

No podemos ignorar que también estamos celebrando el Día de los Trabajadores, que estaban tan cerca del corazón del Papa Francisco.

Recuerdo un vídeo que mandó hace un tiempo para un encuentro de empresarios argentinos. A ellos les dijo: “No me cansaré de referirme a la dignidad del trabajo. Alguien me hizo decir que propongo una vida sin fatiga, o que desprecio la cultura del trabajo”. De hecho, algunas personas deshonestas han dicho que el Papa Francisco defendió a los perezosos, a los zánganos, a los delincuentes, a los ociosos.

Pero insistió: “Imagínense si se puede decir esto de mí, descendiente de piamonteses, que no vinieron a este país con el deseo de ser apoyados sino con un gran deseo de arremangarse y construir un futuro para sus familias”. Se ve que lo habían molestado.

Sentirse útil

Porque para el Papa Francisco, el trabajo expresa y alimenta la dignidad del ser humano, le permite desarrollar sus capacidades, le ayuda a aumentar las relaciones, le permite sentirse colaborador de Dios para cuidar y mejorar este mundo, le hace sentirse útil a la sociedad y solidario con sus seres queridos. Por eso el trabajo, más allá del cansancio y las dificultades, es un camino de maduración humana. Y por eso dijo que el trabajo “es la mejor ayuda para una persona pobre”. Además. “No hay peor pobreza que la que priva al trabajo y a la dignidad del trabajo”.

El cardenal Víctor Manuel Fernández

El cardenal Víctor Manuel Fernández

Vale la pena recordar sus palabras en el viaje a Génova. Argumentó que “todo el pacto social se construye en torno al trabajo” y que cuando hay problemas con el trabajo “es la democracia la que entra en crisis”. Luego retomó con admiración lo que dice la Constitución italiana en su artículo 1: “Italia es una república democrática, fundada en el trabajo”.

Dignidad olvidada

Detrás de este amor por el trabajo hay una fuerte convicción del Papa Francisco: el valor infinito de todo ser humano, una inmensa dignidad que nunca se pierde, que en ningún caso puede ser ignorada u olvidada.

Pero cada persona es tan digna, y hay que tomarla tan en serio, que no se trata solo de darles cosas, sino de promoverlos. Es decir, que pueda desarrollar todo el bien que tiene en sí misma, que pueda ganarse el pan con los dones que Dios le ha dado, que pueda desarrollar sus habilidades. De esta manera, cada persona es promovida en toda su dignidad. Y aquí es donde el trabajo se vuelve tan importante.

Ahora ten cuidado, dijo Francisco. Otra cosa es hablar en falso de la “meritocracia”. Porque una cosa es evaluar los méritos de una persona y recompensar sus esfuerzos. Otra cosa es la falsa “meritocracia”, que nos lleva a pensar que solo tienen méritos quienes han tenido éxito en la vida.

Horrenda crueldad

Echemos un vistazo a una persona que nació en una buena familia y pudo aumentar su riqueza, llevar una buena vida con una bonita casa, automóviles, vacaciones en el extranjero. Está bien. Tuvo la suerte de crecer en las condiciones adecuadas y realizó acciones meritorias. Así que, con habilidades y tiempo, construyó una vida muy cómoda para ella y sus hijos.

Al mismo tiempo, el que trabaja con sus armas, con iguales o mayores méritos por los esfuerzos y el tiempo que ha invertido, no tiene nada. No tuvo la suerte de nacer en el mismo contexto y, por mucho que sude, apenas puede sobrevivir.

El papa Francisco recibe a los trabajadores de Terna

El papa Francisco recibe a los trabajadores de Terna

Les cuento un caso que no puedo olvidar: un joven que vi varias veces cerca de mi casa en Buenos Aires. Lo encontré en la calle, haciendo su trabajo, que consistía en recoger cartones y botellas para alimentar a su familia. Cuando iba a la universidad por la mañana, cuando volvía, pero por la noche lo encontraba trabajando. Una vez le pregunté: “¿Pero cuántas horas trabajas?”. Él respondió: “Entre 12 y 15 horas al día. Porque tengo varios hijos que mantener y quiero que tengan un futuro mejor que el mío”.

Entonces le pregunté: “¿Pero cuándo estás con ellos?” Y él respondió: “Tengo que elegir, o me quedo con ellos o les llevo comida”. A pesar de ello, una persona bien vestida que pasaba por allí le dijo: “¡Vete a trabajar perezoso!”. Estas palabras me parecieron de horrenda crueldad y vanidad. Pero esas palabras también se esconden detrás de otros discursos más elegantes.

Los débiles

El Papa Francisco ha lanzado un grito profético contra esta falsa idea. Y en varias conversaciones me señaló: mira, nos llevan a pensar que la mayoría de los pobres son pobres porque no tienen “méritos”. Parece que el que ha heredado tantas posesiones es más digno que el que ha hecho trabajos pesados toda su vida sin poder ahorrar nada ni siquiera comprar una pequeña casa.

Por eso afirmaba en ‘Evangelli gaudium’ que en este modelo “no parece tener sentido invertir para que los que se quedan atrás, los débiles o los menos dotados puedan abrirse camino en la vida” (EG 209).

La pregunta que vuelve es siempre la misma: ¿no son los seres humanos menos dotados? ¿No tienen los débiles la misma dignidad que nosotros? ¿Los que nacen con menos posibilidades tienen que sobrevivir? ¿No existe la posibilidad de que tengan un trabajo que les permita crecer, desarrollarse, crear algo mejor para sus hijos? El valor de nuestra sociedad depende de la respuesta que demos a estas preguntas.

Entrega permanente

Pero permítanme también presentar al Papa Francisco como un trabajador. No solo habló del valor del trabajo, sino que toda su vida fue de alguien que vivió su misión con gran esfuerzo, pasión y compromiso. Siempre ha sido un misterio para mí entender cómo podía soportar, incluso siendo un hombre grande con varias enfermedades, un ritmo de trabajo tan exigente. No solo trabajó por la mañana con diversas reuniones, audiencias, celebraciones y encuentros, sino también toda la tarde. Y me pareció verdaderamente heroico que con los pocos que tal vez tenía en sus últimos días se hiciera fuerte para visitar una prisión.

papa Francisco encuentro con trabajadores obreros

No es que podamos tomarlo como ejemplo, porque nunca se tomó unos días libres. En Buenos Aires, en el verano, si no encontrabas un sacerdote, seguro que lo encontrabas.  Cuando estaba en Argentina nunca salía a cenar, al teatro, a pasear o a ver una película, nunca se tomaba un día completamente libre. En cambio, nosotros, siendo normales, no pudimos resistirnos. Pero su vida es un estímulo para vivir nuestro trabajo con generosidad.

Respuesta al amor de Dios

Lo que quiero mostrar, sin embargo, es hasta qué punto comprendió que su trabajo era su misión, su trabajo diario era su respuesta al amor de Dios, era la expresión de su preocupación por el bien de los demás. Y por estas razones el trabajo mismo era su alegría, su alimento, su descanso. Experimentó lo que dice la primera lectura que escuchamos: “Ninguno de nosotros vive para sí mismo”.

Pedimos a todos los trabajadores, que a veces tienen que trabajar en condiciones desagradables, que encuentren la manera de vivir su trabajo con dignidad y esperanza, y que reciban una compensación que les permita mirar hacia adelante con esperanza.

El abrazo de San José

Pero en esta Misa, con la presencia de la Curia Vaticana, tengamos en cuenta que también trabajamos en la Curia. De hecho, somos trabajadores que respetamos un horario, que llevamos a cabo las tareas que se nos han asignado, que tenemos que ser responsables y esforzarnos y sacrificarnos en nuestros compromisos. La responsabilidad del trabajo es también para nosotros, en la Curia, un camino de maduración y realización como cristianos.

Por último, permítanme recordarles el amor del Papa Francisco por San José, ese trabajador fuerte y humilde, ese carpintero de un pequeño pueblo olvidado, que cuidó de María y de Jesús con su trabajo. Y recordemos también que cuando el Papa Francisco tenía un gran problema, ponía un papel con una súplica debajo de la imagen de San José. Así que pidámosle a San José que dé un fuerte abrazo a nuestro querido Papa Francisco en el cielo.