Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.409
Nº 3.409

El trabajo en el pontificado de Francisco

Debemos tener en cuenta que el discurso teológico debe distinguirse del discurso religioso, del ético y del político. Del religioso por dos motivos: para evitar el riesgo de relativizarse, hasta quedar a la altura de un discurso políticamente correcto para ser aceptado por un mundo secularizado; y por correr el riesgo de ser desplazado al plano de lo privado como mera práctica ritualista, invalidando cualquier expresión social; del ético, porque corre el riesgo de quedarse en el plano de juzgar efectos sin cuestionar sus causas; del político, porque termina reivindicando el discurso de personas particulares si este coincide con los principios cristianos, pero despojado –para ser tolerado en un contexto liberal– de todo carácter teológico, es decir, salvífico/escatológico.



La teología, en el campo de una economía de la salvación, se ocupa de Dios y de su creación, es decir, de la obra de Dios, que es el mundo y el ser humano, ‘imago Dei’. En consecuencia, es lícito que se ocupe de las causas que originan un modelo cultural que, tras ser sacralizadas, legitiman un sistema social injusto. En la teología, a diferencia de la filosofía o la política, los principios son revelados de una vez y para siempre.

El papa Francisco recibe a los trabajadores de Terna

El papa Francisco recibe a los trabajadores de Terna

A partir de esos principios de fe, cada generación reflexiona, en su contexto, si las condiciones culturales son suficientes para que todas las personas creadas por Dios vivan de acuerdo a su dignidad de libres e iguales. Esa reflexión es la de un pueblo pobre –’ochlos’/pobre– (de ‘ochlos’, en griego, que significa plebe, gente sencilla), que a partir de la confrontación (agonismo) deviene en sujeto –’laos’/sujeto– (de ‘laos’, que significa pueblo elegido, pueblo unido y reunido) de la historia consciente de serlo, y se constituye por ese acto de consciencia en Iglesia, Pueblo de Dios (según la expresión bíblica que recuperó el sacrosanto Concilio Vaticano II), no como momento político del conflicto, sino como asamblea permanente que peregrina en la historia defendiendo el origen divino del hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, con una dignidad conseguida por Jesús, el Cristo, quien con su muerte y resurrección venció al enemigo y consiguió para todos la victoria.

Ver, juzgar, actuar

Ese principio revelado es el fundamento desde el cual la teología cristiana discierne, es decir, mira, juzga y actúa en el mundo, en diálogo con las religiones, la ética y la política, para que el pueblo-pobre-trabajador tenga vida, y la tenga en abundancia (cf. Jn 10, 10).

Sin duda, el discurso del Santo Padre es pastoral. La noción de trabajo como garantía de dignidad humana está presente en su mensaje, y no es desacertado especular con la idea de que el contexto cultural argentino en el que se formó, sumado al discurso episcopal latinoamericano a favor de los más pobres y de la salvación ‘hic et nunc’ (aquí y ahora), influyen en su pastoral, pero no por eso deja de ser teológica.

Acaso: “¿No es este el carpintero, el hijo de María?” (Mc 6, 3). Sí, Jesús de Nazaret, el Cristo, era un trabajador pobre, hijo de trabajadores, quien trabajó hasta los 30 años. Sin embargo, muchos cristianos hoy no admiten que una persona de origen humilde en una familia de trabajadores tenga voz pública y se organice en defensa de sus derechos; su condición de trabajador lo desacredita.

Sujeto teológico, histórico y político

Seguidamente, intentaré presentar brevemente el argumento teológico que –en el discurso del papa Franciscojustifica al trabajador como sujeto teológico, histórico y político que lucha por el reconocimiento de una vida buena para él y su familia.

Como el mismo Dios “se hizo pobre” (2 Cor 8, 9), entonces, tal y como lo plantea el Papa en su documento “programático”, la exhortación apostólica ‘Evangelii gaudium’, el camino de la salvación está signado por los pobres. Además, ese camino fue abierto por el sí de María, una humilde muchacha en un pequeño pueblo perdido en la periferia del gran Imperio romano. El salvador que el cristianismo profesa “nació en un pesebre, entre animales, como lo hacían los hijos de los más pobres; fue presentado en el Templo junto con dos pichones, la ofrenda de quienes no podían permitirse pagar un cordero (cf. Lc 2, 24; Lv 5, 7); creció en un hogar de sencillos trabajadores y trabajó con sus manos para ganarse el pan” (EG 197).

Sin embargo, “lo seguían multitudes de desposeídos porque había sido ‘enviado para anunciar el Evangelio a los pobres’” (Lc 4, 18) (EG 197). Pero ¿quiénes eran los pobres?: “Los que estaban cargados de dolor, agobiados de pobreza –dice el Papa–, a ellos les dijo: ‘¡Felices vosotros, los pobres, porque el Reino de Dios os pertenece!’ (Lc 6, 20), con ellos se identificó, porque ‘Tuve hambre y me disteis de comer’, y enseñó que la misericordia hacia ellos es la llave del cielo (cf. Mt 25, 35s)” (EG 197). Entonces, sin lugar a dudas, ocuparse de los pobres también es teológico, y los pobres siempre son trabajadores, aunque estén desocupados, porque para sobrevivir hasta el día siguiente no dependen de una renta.

Involucrarse en el mundo

La teología de Francisco critica el ascetismo religioso y exhorta a involucrarse en el mundo imitando a un hombre-pobre-trabajador, que comió y bebió con sus amigos (lo cual le valió la crítica farisea), un hombre singular, el ‘Dios-Hombre’ (Mt 11, 19).

El Papa almuerza con trabajadores del Vaticano

El Papa almuerza con trabajadores del Vaticano

Cuando se rechaza una teología “involucrada”, se asume una posición dualista –no cristiana– que desvaloriza los cuerpos y facilita el trabajo en condiciones de explotación (EG 24). La teología de Francisco denuncia una cultura que mata (EG 53), y promueve una teología soteriológica (de ‘sotería’, salvación) que comienza aquí y ahora, porque la encarnación “santificó el trabajo y le otorgó un peculiar valor para nuestra maduración” (Laudato si’, 18).

Dios encarga a todos los hombres preservar lo creado y producir frutos, que es creación eterna y constante de los trabajadores como colaboradores de Dios (LS 124), y relación “con lo otro de sí” (LS 125). En el trabajo se ponen en juego muchas dimensiones de la vida: creatividad, futuro, capacidades, valores, comunicación con los demás: “Por eso –dice Francisco–, en la actual realidad social mundial, más allá de los intereses limitados de las empresas y de una cuestionable racionalidad económica, es necesario que ‘se siga buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos’” (LS 126). (…)

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Índice del Pliego

¿Es lícito que la teología se ocupe del trabajo?

Cuando el papa Francisco se ocupa del trabajador, ¿su discurso es político o pastoral?

¿La denuncia pontificia de las estructuras injustas es profética?

¿La lucha por la dignidad del trabajador es solo lucha por el salario?

¿Los derechos sociales de los trabajadores son naturales o culturales?

¿El Papa es el líder global de los trabajadores en el siglo XXI?

¿Es necesaria la mediación sindical para garantizar la dignidad de los trabajadores?

¿Es la negociación colectiva en el trabajo un modo de diálogo social que facilita la unión en la distinción?

¿Crisis institucional o cultura de la muerte?

¿Puede la cultura del trabajo ser una tarea teológica?

¿Qué ocurre con la tecnología?

¿Partidos políticos o movimientos populares?

A modo de conclusión