Rosa Ruiz
Teóloga y psicóloga

Justicia poética


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Hay que tomar decisiones y cuando no las tomamos, también lo estamos haciendo. A veces lo hacemos conscientemente: sabemos lo que queremos y está a nuestro alcance, nadie va a ser dañado por la decisión y todo cuadra. Son las decisiones fáciles. De estas pareciera que no hay tantas, pero atraviesan la cotidianeidad: qué ropa me pongo hoy, cómo tomo el café, a quién envío un mensaje cariñoso o en qué conversaciones no voy a participar. Otras veces sabemos lo que queremos y cómo llevarlo a cabo pero no entra en lo posible: depende de otra persona que desea algo distinto, el espacio y el tiempo no juega de nuestro lado. Aquí, entonces, la decisión es más difícil porque el propio deseo y la voluntad no van de la mano. Pero es igualmente clara: asúmelo, no es posible. Un tercer grupo son las decisiones cuando sabes bien qué deseas, la vida te lo propone como posible pero hay cosas o personas queridas por ti que sabes que sufrirán con tu decisión, que quedarán dañadas. Son decisiones difíciles.



Es en medio de estas decisiones, tan habituales en el cine y la literatura, donde algo de nosotros espera otro desenlace, un poco de justicia poética. Ni siquiera hace falta que haya un malo y un bueno, un abuso evidente, una injusticia clamorosa. Basta con que sintamos que alguien “merece” otro final, un guiño del destino o del universo. Tampoco hablamos necesariamente de una especie de final moral y moralizante, sino de un final feliz, con un toque irónico y gracioso, incluso.

Horacio o Plutarco

En la antigüedad a menudo esta justicia poética se recibía a título póstumo, como aparece en Horacio o Plutarco. No es que no nos deje un ligero alivio por dentro, pero no es lo mismo… Es esa lógica interna que nos hace desear que todo encaje, que el sufrimiento o la desesperanza mantenida reciba una recompensa en algún momento. Como si necesitáramos que el equilibrio de la vida se restablezca. O al menos lo que a nosotros nos parece equilibrado. Puede que no coincida ni siquiera con lo legal porque, ciertamente, no todo lo que es legal… es poético.

ilustración de Tomás de Zárate para artículo Pablo dOrs 3040

La filósofa Marta Nussbaum, Premio Príncipe de Asturias en 2018, defiende en su obra ‘Justicia poética’ la necesidad de que los poetas añadan creatividad y humanismo a jueces, líderes, abogados, y a cualquiera que tenga que tomar decisiones racionales y justas.

Algo de esa mirada poética esperamos todos, en realidad. Un giro de guión, un detalle inesperado, una aparente casualidad… Porque para que haya justicia poética es esencial no buscarla. Solo seguir viviendo y eligiendo lo que cada uno crea mejor, sin ir contra nadie, intentado que nadie quede dañado, sabiendo que no siempre es posible… Aunque luego cantemos con Silvio Rodríguez, “soy feliz y quiero que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad”.

Y como nos cuenta la literatura y el cine, a veces la magia ocurre: la poesía nos hace justicia y cuando menos lo esperas, el bien que has entregado te llega de vuelta. En el fondo esperamos, como canta Jorge Drexler que “el amor que me darías / transformado volvería / un día a darte las gracias”. Porque “Cada uno da lo que recibe / después recibe lo que da / nada es más simple / no hay otra norma / nada se pierde / todo se transforma”.

No tengo claro que siempre pase, pero me encantaría que así fuera. Justicia poética. Mientras tanto tomemos las mejores decisiones posibles, las que nos den más vida, las que concuerdan con nuestra propia piel, las que no buscan dañar a nadie. Y al menor soplo de viento a nuestro favor, disfrutémoslo. Sin remordimiento.