Tribuna

Por un saber estético

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En los últimos años hemos presenciado en insoportable silencio cómo el aprecio por los más profundos valores estéticos ha ido desapareciendo de las aulas de clase. Quizás porque se ha venido asumiendo estas cuestiones como inútiles.



Nuccio Ordine viene sosteniendo con insistencia la necesidad de plantearnos un regreso intelectual a la literatura, la filosofía, el arte y la música. Saberes que “no dan ningún beneficio, no producen ganancias, pero sirven para alimentar la mente, el espíritu y evitar la deshumanización de la humanidad”. Saberes que alimentan el sentido y el reconocimiento de lo bello que, como sostiene Platón, brindará una robusta constitución a la relación del hombre con la verdad y la bondad.

En un ensayo llamado ‘Ensayo sobre el Idilio’ (1872), Antonio Rosmini concluye que la imitación que se habla en las artes, también llamadas artes imitativas, es imitación de la verdad y la belleza. Para el pensador italiano, la verdad es el ser tal como se presenta en la mente y la belleza es el orden con el que aparece el ser. Esto será fundamental tenerlo en cuenta para una educación que promocione con firmeza los valores estéticos, ya que, como también entendió Rosmini, el hombre es hombre porque siente, entiende y quiere, le agregaría además que ama. La belleza transforma al hombre y la educación lo mejora; siempre y cuando se contemple que el espíritu pedagógico que defina el acto de educar sea amplio.

La emoción estética

El compositor austríaco, Arnold Schönberg, resaltaba la emoción estética como algo capaz de superar lo tangible, contingente y relativo; que trasciende lo estable y conocido adentrándose en los estados de lo secreto, del misterio y del absoluto. La provocación de lo bello puede llegar a ser en sí misma una sugestión hacia lo superior y lo infinito. La emoción estética nos refiere a un estado de conciencia que permite disfrutar plenamente las aves del cielo y las flores en el campo (Mt 6,26-33). La emoción estética permite el establecimiento de un espíritu que, como Sócrates, sabe que no sabe y por eso busca a través de la belleza el sentido, que trata de alcanzar un bien que no renuncia a la propia belleza, sino que la asume y transfigura.

Ante lo bello, el hombre se abre al misterio de comprender cómo y en qué condiciones se pueda despertar una emoción a través de manifestaciones artísticas, científicas o profesionales, pero independientemente de la situación que las despierte, experimentar este tipo de emociones produce bienestar. Estamos hechos de la misma sustancia de los sueños, Shakespeare, y no podemos dejar de ser lo que somos, aunque podemos mejorar eso que somos. La emoción estética nos invita a contemplarnos. Contemplarnos no sólo con la vista, sino con las manos, el oído, el gusto y el olfato: esa contemplación ayuda a “sentir el corazón imantado hacia todas las cosas”, como escribió Valle Inclán.

Mejor en la sombra amor se comunica

José Hierro, magnífico poeta español, escribe en un poema titulado Libro: “Irás naciendo poco a poco, día a día. Como todas las cosas que hablan hondo, será tu palabra sencilla. A veces no sabrán qué dices. No te pidan luz. Mejor en la sombra amor se comunica. Así,  incansablemente, hila que te hila”. Mejor en la sombra amor se comunica, recojo del poema. El amor se comunica mejor en la sombra, el amor es conocimiento. Hemos arrastrado con la Modernidad la necesidad, casi vital, de explicarlo todo, de comprenderlo todo, de saberlo todo, de estar informados de todo. No paramos de decir, de explicar. Sin embargo, ya lo resaltaba Antoine de Saint Exúpery: lo esencial es invisible a los ojos.

 Hemos ido detrás de sombras haciendo a un lado la posibilidad de contemplar algo que nos supera, que es más grande que nosotros que podemos llamar belleza, pero que, sin duda, es otra cosa –más bien otro alguien– que nos trasciende, aunque nos ha llenado de su ser. Ser que está muy dentro, en nuestro corazón, asido al perfume de lo no conocido. Educar la relación con la belleza es justamente eso: sentir el corazón imantado hacia todas las cosas, vivir en permanente enamoramiento. La belleza nos habla de la relación entre las parte y la educación modera ese camino para hacerlo verdaderamente eficaz, pues busca hacerlo consciente. Paz y Bien


Por Valmore Muñoz Arteaga. Profesor y escritor. Maracaibo – Venezuela