¿Conductor o piloto automático?


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Para empezar

Una semana más seguimos adelante con nuestra humilde aportación formativa. En esta ocasión se busca dar unas breves pinceladas sobre ETFs y fondos de inversión tradicionales. ¿En qué se diferencian unos y otros? ¿Qué ventajas e inconvenientes tienen?



Un fondo de inversión tradicional puede considerarse como un avión dirigido por el piloto: el gestor del fondo toma las decisiones y marca el rumbo. Por contra, un ETF puede considerarse como un avión con piloto automático: lo único que hace es seguir un rumbo. Rumbo marcado, en este caso, por el comportamiento del índice al que replica.

Antes de meternos en faena, y vinculándolo a la última nota publicada, mencionar que tanto los fondos como los ETFs pueden pertenecer a las distintas familias de riesgo; dependerá del activo subyacente en que inviertan.

Por dónde nos movemos

Tradicionalmente los fondos de inversión son conocidos como aquellos vehículos en los que se ceden los ahorros para ser gestionados por un profesional, de acuerdo a una determinada política de inversión: cumplir un objetivo concreto de rentabilidad anual, preservar el capital, batir a un determinado índice… Pero, ¿son estos los únicos fondos que existen?

Recientemente, como explicábamos en ‘El vehículo depende del destino, aparecieron los ETFs, que siendo fondos, cotizan. Y, ¿cuál es la diferencia? Los explicamos desde distintos puntos de vista.

Objetivo

Los fondos de inversión tienen un objetivo fijado por la política de inversiones: por ejemplo, obtener un 5% de rentabilidad, superar a tal índice en un 3% anual… Los ETFs tienen como objetivo replicar a un índice: lo harán tan bien o tan mal como lo haga dicho índice. Es decir, sus resultados no dependerán de las habilidades del gestor, sino del comportamiento del índice al que replican.

Control de riesgo

Los fondos tradicionales pueden tener fijado un límite de riesgo determinado, pudiendo ser este en función de parámetros como la volatilidad, el VaR, preservar el capital, etc. Sin embargo, los ETFs no tienen un nivel de riesgo asignado; este dependerá, de nuevo, del riesgo del índice al que replica.

Valoración

Para conocer el valor de los fondos tradicionales se emplea el valor liquidativo: cálculo del valor de cada participación del fondo. Este normalmente se conoce con retraso, puesto que para calcularlo habrá que conocer las valoraciones de los activos subyacentes. Sin embargo, para conocer el valor de los ETFs basta con acudir a mercado, puesto que cotizan de manera continua como las acciones. Así, en cualquier momento, se puede conocer exactamente el patrimonio invertido multiplicando el número de acciones por su precio de mercado.

Títulos

Como ya hemos introducido en el punto anterior, los fondos de inversión tienen participaciones, cada inversor es partícipe del fondo. Estos títulos pueden fraccionarse, normalmente con 4 decimales. Sin embargo, en los ETFs, los títulos se llaman acciones, y al igual que sucede con este instrumento, se negocian “enteros”.

Compra venta

En el caso de los fondos, el hecho de que el liquidativo se calcule a posteriori, hace que la operativa sea siempre con retraso: si se quiere comprar un fondo ahora, lo normal es que sea a precio de mañana. En ocasiones puede ser el de cierre del día, o con retraso superior a un día.

Los ETFs se pueden operar “en directo”: se puede acudir a mercado y operar (siempre y cuando esté abierto), conociendo en todo momento el precio al que cotiza y pudiendo decidir si se ejecuta o no. Incluso se pueden poner límites de precio a las operativas.

Fiscalidad

En lo que respecta a los ETFs, el funcionamiento es idéntico al de las acciones: se tributa por el posible beneficio en el IRPF (personas físicas) o en el IS (personas jurídicas). Con los fondos sucede igual, pero al realizar el reembolso la retención sobre el beneficio (si lo hubiera) se practica directamente desde la entidad gestora (excepto si se está exento como es el caso de las congregaciones religiosas y fundaciones).

Sin embargo, para personas físicas, los fondos de inversión tienen un claro beneficio que no tienen los ETFs, y es que pueden traspasarse. Esto no es más que “cambiar cromos” de un fondo a otro, sin que se realice beneficio y evitando tributar en el momento del cambio. Se difiere la tributación (no se evita) pero permite invertir una base mayor que beneficiará al inversor.

Costes

Por último, está el tema espinoso de los costes. Si bien ambos vehículos tienen costes de gestión, lo cual no deja de ser normal al haber entidades gestoras detrás, estos no suelen ser de la misma magnitud. En los fondos tradicionales las comisiones son más elevadas, dependiendo de la familia de riesgo y del objetivo de retorno (mayor objetivo, mayores comisiones), pudiendo encontrar fondos con comisiones del 2,5%. Por contra, en los ETFs las comisiones son bajas y ajustadas, llegando en ocasiones a un coste de tan solo 0,04%.

Desde la realidad

El empleo de uno u otro activo va más allá de una simple clasificación entre mejor y peor. Dependiendo del uso que se le quiera dar, la inversión a través de fondos o ETFs puede ser más o menos conveniente. Si se busca una gestión diferencial habrá que recurrir a fondos tradicionales, llevando a cabo una buena selección. Pero si lo que se busca es mera exposición a riesgo, lo más eficiente son los ETFs donde los costes son decisivos.

Conviene destacar una vez más que, la complejidad del mundo en el que nos movemos, hace conveniente el dejarse asesorar por profesionales.

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