El cardenal alemán preside una misa por el alma del Pontífice alemán cuando se cumplen tres años de su muerte
El cardenal Müller, en la misa por el alma de Benedicto XVI
Tal día como hoy, el 31 de diciembre de 2022, Benedicto XVI fallecía a los 95 años. Después de haber renunciado a la Sede de Pedro en febrero de 2013, decidió retirarse en oración en el Monasterio Mater Ecclesiae, dentro del Vaticano.
Ayer el cardenal alemán Gerhard Müller, prefecto emérito para la Doctrina de la Fe, presidió una misa por su alma en la basílica de San Pedro. En la homilía, el purpurado destacó del Papa germano su labor teológica como “un don para toda la Iglesia, incluidas las generaciones futuras”.
“Si un cristiano inquieto y con inquietudes en la fe me preguntara qué debería leer sobre todo, le recomendaría los tres volúmenes sobre Jesús de Nazaret”, expuso en su alocución el cardenal. “El hecho de que publicara esta obra bajo su nombre personal, para distinguir su autoridad teológica de la papal, también expresa el significado más profundo de la primacía papal”, remarcó justo después.
En esta misma línea, y quizá con un recado implícito, apuntó que “todo papa, como sucesor de San Pedro, debe comprender que su tarea más sagrada es unir a toda la Iglesia con todos sus obispos, sacerdotes y fieles en la confesión del Príncipe de los Apóstoles”.
En su homilía, aprovechó para hace una defensa de la liturgia católica: “Nuestra liturgia terrena corresponde a la liturgia celestial, en la que él se une a nosotros para adorar y glorificar a Dios, amándolo y alabándolo por toda la eternidad”.
De la misma manera, explicó que Joseph Ratzinger “nos ha recordado repetidamente que el cristianismo, con todos sus grandes logros culturales en la doctrina social, la música y el arte, la literatura y la filosofía, no es una teoría ni una cosmovisión, sino un encuentro con una persona”.
Desde ahí, animó a los teólogos actuales a “demostrar la profunda unidad entre la fe revelada y el conocimiento secular más reciente, expresado en teorías”.
Sobre el servicio de Joseph Ratzinger como prefecto para la Doctrina de la Fe, subrayó que “estableció estándares de la más alta diligencia, precisión intelectual e incorruptibilidad para el Magisterio Romano”.