Los ex sodálites reactivan una campaña para minar la reputación del Papa y del comisario apostólico Jordi Bertomeu
El 14 de abril de 2025, el Sodalicio de Vida Cristiana ponía oficialmente fin a su existencia. El hasta ese momento superior general de la institución, José David Correa, acataba la decisión del papa Francisco de cerrar definitivamente este movimiento creado por el peruano Luis Fernando Figari en 1971 con presencia en 25 países a través de sus diferentes ramas consagradas y laicales, masculinas y femeninas: Sodalicio, Fraternidad Mariana de la Reconciliación, Siervas del Plan de Dios y Movimiento de Vida Cristiana. ¿El motivo? Una estructura generalizada de abuso de poder, de conciencia y sexual impuesta a sus miembros con métodos sectarios, junto a un entramado de corruptelas económicas. Pero lo más importante e inédito a la hora de extinguir una realidad eclesial: por primera vez se clausuraba una entidad por la inexistencia de lo que la Iglesia reconoce como carisma original.
Esta supresión vaticana remataba un largo proceso iniciado con la denuncia en el 2000 por José Enrique Escardó, primera víctima que dio un paso al frente a través de la revista ‘Gente’. Luego vendría el intento fallido de canonización del vicario general de los sodálites German Doig, también bajo la sombra de los abusos. Pero fue el libro escrito por los periodistas Pedro Salinas y Pao Ugaz, ‘Mitad monjes mitad soldados’, publicado en 2015, el que marcó un antes y un después en la ya cuestionada reputación del Sodalicio. Convertirse en altavoz de lo que sucedía de puertas adentro de la organización, supuso para estos comunicadores un calvario de una década, con repetidas denuncias contra ellos por supuesta difamación con peticiones de cárceles. El hostigamiento llegó hasta tal punto que en noviembre de 2022, Ugaz solicitó auxilio a Francisco en una audiencia privada, una petición que fue correspondida.
En julio de 2023, Jorge Mario Bergoglio envió en lo que definió como “misión especial” al arzobispo maltés Charles Scicluna y a Jordi Bertomeu, oficial del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, para investigar las acusaciones que se vertían sobre el grupo que, a la vista está, fueron probadas.
En otoño de 2024, catorce miembros del Sodalicio fueron expulsados por decisión del Pontífice fallecido. Incluso un arzobispo vinculado al movimiento, José Antonio Eguren, tuvo que presentar su renuncia al frente de la diócesis peruana de Piura en abril de 2024 ante el entonces prefecto de Obispos, Robert Prevost. Justo hace una semana, León XIV nombraba a un nuevo pastor para Piura: Luciano Maza Huamán.
Esta determinación del cardenal agustino fue el punto de partida para que las miradas del entorno sodálite se fijaran en él. Con estos precedentes, se activa una falsa acusación de encubrimiento de abusos en la diócesis de Chiclayo, donde había sido obispo durante ocho años. Lo cierto es que el que fuera pastor era apreciado por su compromiso tanto por las víctimas del Sodalicio como por los periodistas que denunciaron las actividades del grupo eclesial.
Sin embargo, los envites a Prevost se mantienen hasta su participación en las congregaciones generales previas al cónclave donde fue elegido como Sucesor de Pedro. Esta ofensiva coincidió en esos días con la campaña orquestada por un grupo de cardenales que buscaban imponer su relato en las congregaciones cuestionando el legado de Francisco, no solo desde el punto de vista magisterial, sino también acusándole de arbitrariedad en la aplicación de justicia en los casos de abusos. Incluso, según ha podido confirmar ‘Vida Nueva’, se intentó cuestionar la supresión del Sodalicio, efectiva desde una semana previa al fallecimiento de Jorge Mario Bergoglio.
Las acusaciones contra Prevost previas al encierro en la Capilla Sixtina se desvanecieron cuando fue elegido Papa. Entretanto, el sacerdote Jordi Bertomeu, nombrado comisario apostólico para la liquidación de los 4 entes fundados por Figari, se centraba en ayudar a replantear la vocación a los todos los consagrados en aquella “familia espiritual”, incluidos los sacerdotes que pertenecían a estos grupos, e intentaba localizar las inversiones y bienes que hubieran sido eclesiales y, en caso de haber sido alejados fraudulentamente del dominio de la Iglesia, recuperarlos para destinarlos a reparar a las víctimas.
Durante los primeros meses de Prevost como Obispo de Roma, el comisario Bertomeu continuó con la agenda prevista y León XIV nombró tres comisarios adjuntos para que, desde Arequipa, abordaran los aspectos de carácter más burocrático. En paralelo, el Papa agustino enviaba a finales de junio, con ocasión de la presentación de la obra de teatro ‘Proyecto Ugaz’, dedicada a la periodista de investigación Paola Ugaz, una carta de apoyo a las víctimas y los periodistas que plantaron cara a los abusos en la que llegaba a asegurar que “su lucha por la justicia es la lucha de la Iglesia”.
Mientras, el entorno de los antiguos sodálites no se quedó quieto. Ante la posibilidad de tener que rendir cuentas ante la justicia norteamericana en caso de verificarse los presuntos delitos financieros y tributarios al parecer detectados en el Vaticano, reactivaron su particular cruzada, enfocando sus ataques tanto al Pontífice estadounidense como al comisario apostólico. Sobre León XIV, se sembraba de nuevo la duda por su actuación en los casos de abusos de Chiclayo. No obstante todas las evidencias sobre su actuación hablan de que Robert Prevost siempre tomó sus decisiones de acuerdo con los protocolos sobre denuncias y prevención.
En estas últimas semanas los ataques se han recrudecido, dejando en un segundo plano al Papa, para centrarse en algunos cardenales de su confianza y en el sacerdote catalán Jordi Bertomeu. Así, desde diferentes foros digitales se ha buscado cuestionar su actuación en el procedimiento canónico del Sodalicio.
La periodista Paola Ugaz, actualmente corresponsal de ABC en Perú, ha denunciado la “estrategia de desinformación” promovida por quienes defienden al grupo. En un artículo en el diario ‘La República’, la comunicadora subraya cómo se ha intentado “desprestigiar con difamaciones, rumores, o directamente, con afirmaciones reñidas con la verdad más evidente” la labor de Bertomeu. “Según ‘Sodalicio Productions’, el Vaticano, a través de monseñor Jordi Bertomeu, le habría pedido dinero a cambio de no entregar información a las autoridades judiciales en Estados Unidos”, recoge Ugaz que, sentencia justo después: “Un insulto a la inteligencia de cualquier lector medio”.
“El Sodalicio nunca ha defraudado a los que esperan su último movimiento desinformativo, pero esta vez se han superado en la capacidad de sobrepasar sus propios límites éticos”, critica la periodista. Es más, en el mismo artículo alerta de que “con un poco de manipulación e intoxicación de la opinión pública, quizás podrían convertir en una especie de ‘extorsión’ una legítima invitación del Vaticano a atender a las víctimas”.
Estas palabras de Ugaz coinciden en el tiempo con un audio grabado sin su consentimiento a Bertomeu en la Nunciatura de Lima por Gonzalo Flores Santana, abogado vinculado al Sodalicio. A través de una carta, Flores Santana acusa al comisario pontificio de hacerle una propuesta “inmoral e ilegal” a la hora de liquidar los bienes del Sodalicio, que pasaría, según su versión, por “‘encubrir’ un supuesto delito de lavado de activos” ante las autoridades de Estados Unidos.
Desde el entorno del Comisario pontificio niegan este extremo: “El Vaticano nunca se hará cómplice de este tipo de delitos y por ello Bertomeu solo ha advertido al Sodalicio de que la documentación que les puede incriminar será trasladada a las autoridades competentes para que la estudien y procedan”. “Sin embargo, si el Sodalicio reaccionara bien y reparara en justicia a las víctimas antes, el parecer del Vaticano que acompañaría la transmisión de la documentación sería más benévola”, exponen estas mismas fuentes.
Lo cierto es que, quienes siguen de cerca el caso Sodalicio, como la propia Ugaz o Pedro Salinas, siempre ha mantenido que los ataques a Bertomeu, un enviado personal del Papa en misión diplomática, en realidad son un intento de deslegitimar a la Santa Sede. Aunque los dardos se dirijan al sacerdote, en realidad, en el centro de la diana está el Sucesor de Pedro, llámese Francisco o León XIV.