El papa Francisco, con Ángel Pérez Pueyo
El obispo de Barbastro-Monzón, Ángel Pérez Pueyo, se ha sincerado en la catedral diocesana hoy con sus diocesanos con relación al conflicto abierto con el Opus Dei sobre la gestión de Torreciudad, epicentro de las peregrinaciones de la realidad eclesial fundada por san Josemaría Escrivá de Balaguer. Hasta tal punto que ha expresado que estaría inmerso en un contexto de “presiones para aceptar lo que no puedo aceptar”. Es más, deja caer que “si me viera obligado, como pastor repetiría las mismas palabras del anciano Eleazar”, esto es, “sin atraer mancha y deshonra a mi vejez”, con tal de no “servir de mal ejemplo a mis feligreses”. Lo cierto es que esta batalla se circunscribe, no solo al estatus del enclave, sino también a otros elementos simbólicos como la devolución de la talla de Nuestra Señora de los Ángeles del templo erigido hace medio siglo a su ermita original.
Tal es la preocupación del obispo que no ha dudado en desvelar el aval que recibió en no pocas ocasiones del papa Francisco, tanto en los encuentros personales que mantuvo con él, como en las cartas manuscritas que compartieron ambos. Así, Pérez Pueyo relata que en una misiva fechada hace prácticamente un año, el 13 de octubre de 2024, Jorge Mario Bergoglio le advirtió de que tuviera cuidado con “las intrigas mafiosas que están en curso” sobre Torreciudad. La carta data tan solo cinco días después de que el 9 de octubre de 2024, Jorge Mario Bergoglio designara para deshacer el entuerto como comisario pontificio plenipotenciario a Alejandro Arellano Cedillo, decano del Tribunal de la Rota.
El obispo aragonés ha expuesto estos y otros detalles, en el último día de las fiestas de Barbastro, con la mirada puesta ala Virgen de El Pueyo, el obispo ha presidido una eucaristía en la que ha reivindicado “que se respete la dignidad de nuestro pueblo”, que ha definido como “humilde y pequeño”, pero “con una dignidad gigante y una fidelidad inquebrantable”.
Pérez Pueyo desgranaba esta mañana en su homilía algunos detalles del proceso todavía abierto. “Ángel, no cedás”, le escribió Francisco en 2023, mientras que en una audiencia pública en la plaza de san Pedro, el 18 de septiembre de 2024, el Papa jesuita ya habría dado por hecho que la talla de la Nuestra Señora de los Ángeles regresaría a su lugar original: “Ángel, ¿bajaron ya la Virgen”.
Con esta declaración de intenciones, ha reivindicado que la talla de la Virgen de Torreciudad sea devuelta a su emplazamiento primigenio. “Durante más de mil años ha estado en manos de nuestro pueblo, que la ha querido, tocado, besado y protegido incluso a costa de la propia vida durante la guerra, volviese a la ermita donde siempre estuvo”, explicaba esta mañana en la misa el obispo. Así, detallaba que no se trata de una “petición baladí”, sino que busca respetarse su lugar como sucede en Fátima o en Lourdes.
Pérez Pueyo confesaba hoy ante los fieles que “gustosamente vengo luchando hasta la extenuación en defensa de nuestro pueblo, de su dignidad, de su devoción y religiosidad popular, sin importarme ningún sacrificio”.
El obispo de Barbastro-Monzón se ha referido en estos términos, consciente de que continúan los movimientos en Roma para dilucidar el estatus del lugar de peregrinación. Y es que, a lo largo de este año de comisariado, lejos calmarse las aguas, parecen haberse templado. Y no solo por el fallecimiento del Pontífice argentino.
En el transcurso de la investigación y deliberación de Arellano, el pasado junio se filtraba un supuesto acuerdo entre la Prelatura y la Diócesis sobre Torreciudad. Desde el Opus Dei negaban que estar al tanto de lo que en ese documento se apuntaba y emplazaban a la resolución definitiva del comisario.
Apenas una semana después, sabedor de que aquello era algo más que un borrador, el obispo de Barbastro-Monzón lanzaba un órdago a León XIV proponiendo que el Vaticano tomara las riendas de Torreciudad convirtiéndolo en santuario internacional y que sea el Opus Dei quien decida al rector, a la vez que reclamaba la vuelta de la Virgen a su ermita. De esta manera, la Diócesis renunciaba a recibir compensación económica alguna y lanzaba una advertencia a Roma sobre la gestión financiera del santuario, desmintiendo así a quienes consideraban que la batalla abierta tenía como origen y fin un afán recaudatorio del Obispado por los ingresos de Torreciudad.