Juan Iglesias es algo más que profesor del Departamento de Sociología y Trabajo Social de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Pontificia Comillas. La trayectoria de este investigador –especialista en integración, desigualdad, pobreza e inmigración– le permite contemplar la crisis de Torre Pacheco con una perspectiva libre de bulos y prejuicios.
PREGUNTA.- ¿Cómo interpreta lo que está ocurriendo en Murcia?
RESPUESTA.- Los brotes de violencia de este tipo son inusuales, no solo en Torre Pacheco, sino también en España. En general, las relaciones entre inmigrantes y nativos a nivel local son tranquilas. Hay una cierta coexistencia tranquila. El tono general es que no hay graves conflictos, ni tensiones políticas y sociales de fondo, más allá de quienes han agitado todo esto desde fuera.
P.- ¿Nos invaden los migrantes?
R.- Absolutamente no. Somos nosotros los que les hemos convocado. El caso de Torre Pacheco es paradigmático, porque los migrantes no han venido por iniciativa propia, se les ha llamado porque nuestro modelo de desarrollo les necesitaba. Hemos convocado a la migración porque era necesaria para para nuestro modelo económico, nuestro Estado del bienestar y nuestra provisión de cuidados en el ámbito familiar. Se les ha traído para sacar adelante el modelo agroexportador de Torre Pacheco y, en general, de todo el litoral mediterráneo y atlántico español. Un modelo que precisa de una mano de obra inmigrante continua, no estacional, barata y más flexible. Podemos ir más allá: el modo de vida de la población española, tanto en el turismo y como en otros tantos sectores, depende totalmente de la mano de obra extranjera.
P.- “Vamos a por ellos y les enseñamos nuestras costumbres”, “que se adapten a golpes”… Son proclamas que se oyen estos días. ¿Falta integración?
R.- Se le da más difusión a un ‘reel’ en redes sociales que a un informe o a un estudio científico, pero estamos ante mitos sobre la falta de adaptación que quedan desmentidos por los estudios. Los datos muestran que la integración en España es hasta ahora exitosa. En el ámbito sociocultural, están más arraigados, mientras que en integración socioeconómica están en la parte baja de la estructura. La gran mayoría de los permisos de residencia y de trabajo son regulares, y los que duran en situaciones de irregularidad son pocos: a los dos, tres o cuatro años, la gente accede a permisos de trabajo a través del mercado laboral.
Además, sus familias están más estructuradas y tienen más hijos. Si alguien representa hoy la familia nuclear en España, esa que reclaman las voces de la extrema derecha, son las familias migrantes. A la par, se está transformando el perfil de la sociedad: las redes sociales son cada vez más mixtas, las parejas también son cada vez más mixtas. En muchos barrios, la mezcla entre población nativa y migrantes es cada vez mayor. El cupo que vive en burbujas étnicas en el caso del islam es mínimo. Y en términos culturales, cuando se ha preguntado cuál es la tradición que siguen, si la española o la de sus padres, todos hablan de un modelo mixto.
P.- ¿Puede convertirse Torre Pacheco en punta de lanza para que se generalice la criminalización del migrante?
R.- Puede pasar perfectamente, se puede quebrar la convivencia. Incluso, se puede romper el país. Quienes criminalizan están soñando en forjar un país que ya no existe. La España de hoy es profundamente diversa, ya no solo étnicamente, sino en lo social, cultural, familiar, vital… Lo único que compartimos verdaderamente es la diversidad. El problema radica en no reconocer que compartimos esa diversidad, esto es, en politizar la cuestión migratoria y azuzar el sentimiento antiinmigrante. En algunos barrios y municipios el 40% de la juventud, o es de origen inmigrante o son hijos de inmigrantes nacidos en España. Es decir, a los que están persiguiendo, son ya tan españoles como ellos, pero con un origen familiar y cultural diferente.
