Cuando remitía el alboroto y el auditorio se vaciaba de tensión, comenzó a abrirse paso la reconciliación de quienes necesitaban compartir sus heridas de tú a tú. Y ahí estaba Toñi. Antonia López, provincial de las Adoratrices de Europa y África. Con la cercanía y la sencillez de quien tiene callo a la hora de acompañar a mujeres vulneradas, abrazaba ahora el dolor de varias víctimas que pasaron por centros regentados por su congregación, ligados al Patronato de Protección a la Mujer. Y entregó esa rosa blanca de la sanación que la bulla ninguneó. Rosa de acogida para iniciar un diálogo de tú a tú que no es nuevo ni para esta religiosa ni para su instituto de vida consagrada.
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“Nosotras iniciamos el proceso de búsqueda de la verdad con relación a la colaboración con el Patronato en 2020, desde el compromiso que tenemos en defensa de los derechos humanos y por justicia”, explica la consagrada guadalajareña, que fue consciente de la vinculación cada vez que recibían como institución un reconocimiento o celebraban una efeméride: “Enseguida salían artículos o comentarios en redes cuestionando lo que hicimos, pero nadie nos lo decía de viva voz o en persona”.
Lento, pero seguro
Les bastó para ponerse manos a la obra y “bucear en nuestros archivos durante cuarenta años para conocer hasta dónde llegaba esa colaboración con objetividad y esclareciendo todo lo sucedido”. Fue entonces cuando corroboraron “el dolor, el sufrimiento y la represión de mujeres que habían pasado por nuestras casas”, no solo desde la documentación recopilada, sino abriendo canales de escucha de testimonios. “Acoger sus vivencias nos ha llevado a comprometernos en un proceso de sanación que es lento, pero seguro”, apunta como psicóloga.
Y añade: “A ellas les he dicho personalmente que han sido y son para mí una universidad de humanidad”. Como adoratriz, al echar la vista atrás, lo sucedido “duele porque eso no se tendría que haber dado, por supuesto. Y porque nuestro carisma y estilo de ser y hacer se asienta siempre en el respeto a la libertad de cada una y a la voluntariedad de permanecer en nuestras casas”.
Aunque al rastrear los expedientes de aquella época no cuentan con tanta información como les hubiera gustado, “todo lo que hemos podido recopilar lo hemos puesto a disposición, y a toda aquella mujer que nos ha pedido un informe, se lo hemos facilitado”. “Nuestro compromiso por la reconciliación es claro y firme”, insiste, sabedora del “drama silenciado durante tanto tiempo con la correspondiente indignación que genera en ellas”.
La providencia de su agenda quiso que el mismo día experimentara la cara y la cruz de su apostolado. En la mañana del 9 de junio, como presidenta de la Fundación Amaranta que canaliza la acción social de las Adoratrices, recogió de manos de la Reina Letizia un premio por uno de sus proyectos de promoción para la mujer en Togo. Por la tarde, la incomprensión en la Fundación Pablo VI. “Lo acojo con la naturalidad con la que lo experimentaba nuestra fundadora, santa María Micaela, que siempre nos invitaba a afrontar nuestra misión desde la gratuidad, sin buscar reconocimiento y siendo conscientes de la parte de martirio que esto conlleva”.