Padre Elio Ricca: “Sabía que ser sacerdote era una misión que venía de adentro y que Jesús se serviría de mi humanidad”

  • Regresa a su diócesis de origen después de 43 años de una “divina aventura”
  • Agradece a Dios el regalo del sacerdocio y el modo en que moldeó su camino de servicio al Evangelio

Padre Elio Ricca: “Sabía que ser sacerdote era una misión que venía de adentro y que Jesús se

El padre Elio Ricca tiene 47 años como sacerdote, 43 de ellos en tierras latinoamericanas. Misionero en Ecuador y en la Patagonia argentina cuenta una historia en detalles, desde su ordenación a su aprendizaje en el Movimiento de los Focolares.



Los primeros cuatro años de ministerio los realizó en su diócesis de origen, Fossano, como vicerrector del Seminario Menor. En estos años de sacerdocio, pasó 7 en su tierra, y de los otros 40, primero en Quito (Ecuador) y luego, en Argentina, donde este año cumplirá 37 años que llegó a la diócesis de Comodoro Rivadavia.

Ahora, después de escuchar el llamado para volver a su tierra de origen y con años de vivencias espirituales profundas, el padre Ricca nos comparte con entusiasmo lo que aprendió, lo que deja y lo que se lleva en esta entrevista concedida a Vida Nueva.

Manifestar su obra de salvación

PREGUNTA.- ¿Dónde y cuándo recibió su ordenación sacerdotal? ¿Qué recuerdos tiene?

RESPUESTA.- Recibí la ordenación sacerdotal a los 25 años, el 22 de mayo de 1977, en la parroquia de mi pueblo natal San Biagio (san Blas) de la provincia de Cuneo, Piemonte, Italia.

Era la fiesta de la Ascensión del Señor y faltaban pocas horas para ir a la parroquia para ser ordenado sacerdote. Quise ir al cementerio del pueblo para dejar sobre la tumba de un compañero de seminario un ramillete de flores con una dedicatoria: “esta fiesta es también para vos”, porque él murió de cáncer y no alcanzó a llegar a ordenarse sacerdote.

Luego llegó la hora de la Misa de la ordenación sacerdotal. Era toda una novedad para mi pueblo rural de San Biagio porque por primera vez se realizaba una en esa iglesia (fui el primero y hasta ahora el último). Al finalizar la misa de ordenación estaba feliz, con una alegría incontenible. Al día siguiente, al levantarme, enseguida pensé “ahora sos sacerdote”. Tomé conciencia de que ser sacerdote era una misión que venía de adentro y que Jesús se serviría de mi humanidad para manifestar su obra de salvación.

Y no lo puedo creer, porqué nunca hubiera imaginado, ni soñado que algún día estaría fuera de mi diócesis, pasando por tantos lugares distintos, encontrando a tantas personas del Pueblo de Dios, viviendo en contacto con muchas realidades diferentes. Debo ser agradecido con el Señor que me concedió una capacidad de “adaptación” para adecuarme a climas, a estilos de vida diferentes, siempre con la intención y el esfuerzo de aprender de lo que me toca vivir.

Valió la pena

P.- ¿Cuándo llegó a tierras latinoamericanas y cuál fue su trayecto como sacerdote entre nosotros?

R.- Empecé mi experiencia misionera, en el año 1981 en Quito, compartiendo la vida sacerdotal con un sacerdote que había conocido en una experiencia sacerdotal formativa en Roma.

En año 1987, llegué a Comodoro Rivadavia con la intención de remplazar por un año a otro sacerdote. Ese año se prolongó, para mi bien, por treinta y siete, colaborando con los obispos que se sucedieron: Argimiro Moure, Pedro Ronchino, Virginio Bressanelli, Joaquín G. Lahoz y el actual, Jorge Wagner.

La diócesis en aquel entonces coincidía con toda la provincial del Chubut, y al iniciar el Plan Pastoral de largo alcance, la comunidad diocesana se organizó territorialmente en tres decanatos: Cordillera, Mar y Valle y Sur. Se iniciaba así un camino novedoso, proponiéndonos a renovar pastoralmente las comunidades parroquiales, ofreciendo participación activa a los fieles laicos y organizando de manera descentralizada toda la actividad pastoral. En el trascurso de todo este tiempo estuve comprometido con esta labor como decano, como vicario de pastoral también en estos últimos años. Una experiencia que valió la pena de verdad.

Elio Ricca Grupo

Dejar todo

Cuando miro para atrás mi vida y a veces me pregunto que sería hoy si no hubiera sido sacerdote. Pero el Señor me quiso así y estoy feliz y pienso que es realmente un regalo el sacerdocio, inmerecido, como lo es también todo lo que me ha hecho experimentar en estos 47 años de ministerio. Tampoco lo podía creer por mi timidez y mis temores, y me preguntaba: ¿cómo vas a enfrentar al público siendo cura? Pero el Señor se encargó de encontrarle la vuelta. En los últimos años de los estudios teológicos, tuve que cambiar de Seminario y conocer nuevos compañeros.

Algunos de ellos habían encontrado en el carisma de la unidad, de la Obra de María de los Focolares, una manera nueva de vivir y también de enfocar el sacerdocio. Ellos me enseñaron que iba a vencer la timidez poniéndome a amar a Jesús en el hermano, viendo a Jesús en todos. Gracias a Dios les hice caso y, poco a poco, comencé a vencer los miedos y la timidez pasó en segundo plano.

P.- ¿Qué deja, que nos deja y qué se lleva después de tantos años de vida aquí?

R.- Estos 47 años de sacerdote, los quisiera considerar de este modo: tomarlos por décadas y ver que es lo que más se destaca en cada una:

En la primera (1977-1987) está marcada profundamente por la alegría y el entusiasmo de los comienzos, un poco de “idealismo” también como suele pasar. Descubrir el llamado a la “misión”, a estar disponible, a servir la Iglesia de Cristo donde él me precisara, y por lo tanto a dejar casa, campos, familia, patria. En esos años de mi primera salida, fui al Ecuador, pero solamente por tres años. Una experiencia fundamental en el aprendizaje para el servicio ministerial, que por cierto me costó de entrada, pero luego fue muy gratificante.

La segunda década, hasta 1997, marcó mi llegada a Argentina, a la diócesis de Comodoro,, hermanada con mi diócesis de origen, Fossano, desde la época del Concilio Vaticano II con el envío de varios sacerdotes, de los cuales yo soy el último. Lo que destaco de este tiempo es el llamado al “servicio pastoral”, enmarcado en un itinerario que va proponiendo un camino concreto de evangelización y misión para todo el Pueblo de Dios, donde todos son llamados a la comunión y participación, valorando de modo especial el rol de los laicos en la Iglesia.

De 1997 a 2007 es la tercera década que se presentó con cambios imprevistos: pasar de Comodoro Rivadavia a Trelew para asumir como clero diocesano a una parroquia que había sido siempre de conducción salesiana de María Auxiliadora. Otro cambio realmente impensado para mí fue ir a Buenos Aires como rector del Seminario Patagónico San Pedro y San Pablo, con sede en la zona de Devoto (CABA). Otro desafío para nada fácil, pero sostenible con la ayuda del Señor.

La cuarta década (2007-2017) me encuentra de regreso al Chubut, y luego en Trelew, en la misma parroquia anterior, por menos de un año y, desde el 2013 en Rada Tilly, en la querida parroquia de Cristo Rey.

A partir del 2017, asumí un entusiasmante trabajo realizado con el primer Sínodo Diocesano, constatando mucho interés y participación, fruto elocuente de un camino pastoral llevado adelante por tres décadas. Luego, vino el cambio a raíz de la pandemia que paralizó nuestra actividad pastoral, y nos impulsó a recurrir a la tecnología y la comunicación para mantener vivos la evangelización y el sentido de pertenencia de la comunidad. Doy gracias a Dios por las personas de mi comunidad que se han lanzado en este servicio y lo siguen haciendo con un esmero admirable y hacen posible, con la grabación de las reflexiones diarias sobre el Evangelio, llegar a muchos y hasta trascender los límites de la parroquia.

Divina aventura

Por último, este tiempo final marcado por una “voluntad de Dios”. La del regreso a mi diócesis de origen, que evidentemente no es fácil asumir, pero que es parte de mi entrega al Señor que hice al comienzo de mi ministerio, la de servir a la Iglesia donde Él me llamara.

Ahora se podría pensar: ¡qué andariego este cura! Y la verdad que sí. Es lo que no logro creer: cómo el Señor me hizo pasar por aquí y por allá… es realmente algo que nunca hubiera imaginado ni soñado… una verdadera aventura, que llamaría con este nombre por lo bella que ha sido y es una “divina aventura”, porque tiene que ver con Dios, para seguir a Jesús, respondiendo a su llamado para ser sacerdote hoy;  a pesar de mis debilidades, de mis errores y faltas que quiero entregar a la misericordia de Dios, para poder seguir con fidelidad el camino a recorrer de ahora en adelante.

P.- ¿Cuál es la cita bíblica que expresa su misión, su visión y su espiritualidad?

R.- La Palabra de Dios que me acompaña e inspira mi vocación es “El que pierda su vida por mí, la salvará” (Lucas 9, 24). Es la Palabra de vida que me regaló Chiara Lubich para mi ordenación sacerdotal, luego de una hermosa experiencia compartida en la Escuela Sacerdotal en contacto con más de noventa, entre sacerdotes y seminaristas provenientes de 25 naciones.

Noticias relacionadas