Una de las personas que mejor conoce a Robert Prevost, quien desde el 8 de mayo es el papa León XIV, es el agustino español Miguel Ángel Martín Juárez. Y es que, cuando el religioso estadounidense-peruano se desempeñó como prior general de la Orden de San Agustín, entre 2001 y 2013, él fue su mano derecha como secretario general.
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PREGUNTA.- ¿Cuál es su primer recuerdo de él?
RESPUESTA.- Tras el capítulo general de 2001, cuando fue elegido como superior, yo ya era secretario general con el anterior prior. Se ve que ambos debieron hablar y Prevost decidió mantenerme en el cargo. No le conocía mucho, pero congeniamos enseguida. Siempre ha sido un hombre tranquilo, sereno, muy acogedor y simpático. A lo mejor no tiene un gran carisma ante las masas, en lo que irá cogiendo práctica como papa, pero, en las distancias cortas, es alguien estupendo.
Visión global
P.- Dirigió una orden histórica, fue obispo y luego, en la Curia, se encargaba de perfilar a los pastores según el estilo de Francisco. ¿Cuáles diría que son sus principales dotes de gobierno?
R.- Como bien sé por mi experiencia, es alguien que sabe acoger las sugerencias de sus colaboradores. Eso sí, cuando toma una decisión, la lleva a cabo hasta el final, con claridad.
P.- Además de trabajar juntos, convivían en la Curia de los agustinos en Roma, por lo que compartían prácticamente todo el día. ¿Cómo es el Prevost persona?
R.- Así es, junto a los 15 hermanos de la comunidad, pasábamos juntos muchas horas de cada día, compartiendo desde los ratos de comida hasta las oraciones. En los huecos libres, como a todos, con normalidad, nos gustaba salir a pasear o ir a comer una pizza.
Él era aficionado al béisbol y seguía a los Chicago White Sox. De hecho, alguna vez se quedaba a trasnochar para ver algún partido. Eso lo vivía solo, pues ninguno entendíamos nada de ese deporte. Luego ya sí que compartía con nosotros la afición por el fútbol. En Italia era de la Roma. Y, en España, del Real Madrid… Aunque eso lo era, creo, por complacerme a mí, que soy muy madridista [risas]. Además, le apasionan el tenis y la música.
Identidad agustina
P.- ¿Cómo imagina su pontificado?
R.- Estará impregnado por su identidad agustina. Al fin y al cabo, somos una de las históricas órdenes mendicantes del siglo XIII y estamos en más de 40 países. Como la comunidad apostólica que somos, nos hacemos presentes en las parroquias, ya sea en una favela de Río de Janeiro o en el centro de Madrid, pero también en el ámbito sanitario o educativo. Como Prevost, durante su mandato como prior general, visitó absolutamente todos nuestros proyectos, siendo un viajero incansable, acumuló una visión global que ahora será clave, en lo eclesial y en lo social.
Por eso, creo, Francisco le llevó a Roma como prefecto de la Congregación de los Obispos: por su amplio conocimiento de muchas realidades concretas en todo el mundo. Además de que se ha formado y habla cinco idiomas: perfectamente, el inglés, el italiano y el español; y, algo menos, el portugués y el francés. Ello facilitará su comunicación directa con la gente, con la que sabe conectar al ser simpático y bondadoso.
P.- ¿Será, entonces, un papa que irá de lo global a lo concreto?
R.- Sí, conoce muchos matices culturales. Y es abierto, acogedor, apostólico. Su trasfondo es muy espiritual, muy religioso. En definitiva, es un fundamento de unidad y, como papa, nos va a confirmar a todos en la fe. Predicará el Evangelio con una visión amplia y preocupada por todos los problemas.
Resonancia política
P.- Lo que tendrá una resonancia política…
R.- Sí, así lo hizo como obispo en Chiclayo, donde no rehuyó ningún reto social y afrontó su realidad política. También como prior general, escribía muchas cartas a dirigentes de muchos sitios por todo tipo de cuestiones locales que le preocupaban. Por ejemplo, recuerdo cuando, en el 50º aniversario de la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU, escribió bastante en ese sentido.
P.- Lo que entronca con León XIII, promotor de la Doctrina Social de la Iglesia.
R.- León XIII fue el primer papa en asomarse a la modernidad y, tras la fractura en el liberalismo, afrontar la cuestión social en la ‘Rerum novarum’ de 1891. Pero, además, dos años después, también publicó otra encíclica clave, la ‘Providentissimus Deus’, que también marcó un gran avance en su visión eclesiológica. León XIV coge ese testigo en un tiempo marcado por los populismos.
P.- Para concluir, ¿recuerda alguna anécdota que nos asome al alma de Prevost?
R.- En el verano de 2013, cuando íbamos a tener el capítulo general en el que abandonó como superior, le propuse que lo comunicara a la Santa Sede y que Francisco, que acababa de llegar en marzo, nos concediera una audiencia, como era habitual. Pero él me dijo: “¿Y si invitamos a Bergoglio a que venga aquí y celebre una misa antes de la apertura?”. Ante mis dudas, me dijo: “Este papa es diferente”.
Y así fue… A los pocos días, nos llegó la confirmación de que Francisco vendría a la iglesia de San Agustín y celebró la eucaristía. Cuando me presentó como su secretario general, Francisco se rio y dijo: “Cuidado con estos, que lo saben todo”.