El cardenal Piacenza: “La fe en Cristo no es un vago deísmo”

El penitenciario mayor de la Santa Sede ha participado en el XXXIII Curso sobre el Foro Interno de la Penitenciaría Apostólica

mauro piacenza

“La fe en Cristo no es un vago deísmo”. Así lo ha defendido, en el marco del XXXIII Curso sobre el Foro Interno de la Penitenciaría Apostólica, el cardenal Mauro Piacenza, penitenciario mayor, tal como recoge Vatican News. El purpurado ha señalado que la fe católica “está sometida a numerosas reducciones” que han producido numerosos “errores a lo largo del tiempo”.



“Es necesario reafirmar el hecho histórico de la Encarnación para evitar cualquier tendencia gnóstica o explícitamente gnóstica”. Y es que, tal como ha señalado Piacenza, “desde demasiados sectores, las sirenas del mundo suenan al unísono para que la fe en Cristo resucitado se reduzca a un vago deísmo”, una vaga “insinuación terapéutica, que vincula el juicio de la verdad y del bien, sólo al sujeto y al propio sentimiento cambiante”.

La Iglesia, ha añadido, es “la primera depositaria” de la abundancia de misericordia de Cristo, “perennemente actualizada y renovada en el sacramento de la Reconciliación”. Por otro lado, el cardenal ha recordado que “valiéndose de la autoridad apostólica que Cristo mismo le confirió, la Iglesia extrae sabia y prudentemente del tesoro de la Misericordia divina, no sólo el perdón de los pecados cometidos por los fieles después del Bautismo, sino también la remisión de las penas temporales inherentes a ellos”.

Misericordia “mal entendida”

Por otro lado, después de un discurso centrado en las indulgencias, el purpurado aclaró que “no es misericordia mentir sobre el pecado, y menos aún dejar a los fieles en estado de pecado por el temor del confesor al hablar a los fieles, como padre autorizado y médico solícito. Sólo una misericordia mal entendida, carente de realismo cristiano, puede abdicar de la gravísima tarea de juez y médico que Cristo confía a los Apóstoles y a sus sucesores. Que Cristo confía a todo confesor”.

“El diálogo fraterno y la auténtica paternidad espiritual son las vías que tiene cada sacerdote para poner en práctica el grave deber de amonestar al pecador sobre la gravedad de su condición”, ha afirmado, “ya que, si no lo hiciera, él mismo respondería de ello ante Dios. El requisito previo es la parresía evangélica, para que la indulgencia sea verdaderamente una medicina para el alma”.

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