Francisco clama para que “las aguas del Mediterráneo no se ensangrienten” más con el tráfico de personas

“¡Cuántos rostros luminosos, cuántas sonrisas, cuántas arrugas, cuántas lágrimas y cicatrices hablan de amor a nuestro alrededor!”, reconoce el Papa en el ángelus

Concluidos sus Ejercicios Espirituales, el papa Francisco ha retomado su agenda habitual y rezado con los fieles presentes en la Plaza de San Pedro la oración del ángelus en este 2º Domingo de Cuaresma. Una ocasión en la que ha aprovechado para mostrar su cercanía a las familias de las víctimas de accidente de tren en Grecia. También ha recordado el naufragio producido en Crotone, en Calabria, y que ha dejado 67 víctimas; el Papa ha agradecido a la población local y las instituciones que han socorrido a los migrantes y ha hecho un llamamiento para que no se produzcan tragadlas similares y los traficantes de seres humanos cesen en sus acciones “que los viajes de la esperanza no se transformen más en viajes de la muerte y que las límpidas aguas del Mediterráneo no sean más ensangrentadas con estos accidentes”. Pidió al Señor que, en este sentido, “nos dé la fuerza para comprender y llorar”.



La belleza de Dios

A partir del evangelio de la Transfiguración en la que Jesús “se revela a ellos en toda su belleza como Hijo de Dios” (cf. Mt 17,1-9). Los discípulos “ven la luz de la santidad de Dios brillando en el rostro y en los vestidos de Jesús, imagen perfecta del Padre. Pero Dios es Amor, y así los discípulos han visto con sus propios ojos la belleza y el esplendor del Amor divino encarnado en Cristo. Un anticipo del paraíso”.

Una experiencia, añadió en Papa, con la que “Jesús los está formando con esta experiencia, preparándolos para un paso aún más importante. Pronto, en efecto, tendrán que saber reconocer la misma belleza en Él, cuando suba a la cruz y su rostro quede desfigurado”. Ante la tentación de quedarse allí, Jesús no permite que se reduzca “a un momento mágico” que “se convertiría entonces en algo falso, artificial, que se disolvería en la niebla de los sentimientos pasajeros”. Para el Papa “Cristo es la luz que guía el camino” y “la belleza de Jesús no aleja a los discípulos de la realidad de la vida, sino que les da fuerza para seguirle hasta Jerusalén, hasta la cruz”.

El rostro de Cristo

El evangelio, prosiguió, “nos enseña lo importante que es estar con Jesús, incluso cuando no es fácil comprender todo lo que dice y hace por nosotros. Estando con Él, en efecto, aprendemos a reconocer en su rostro la belleza luminosa del amor que se entrega, incluso cuando lleva las marcas de la cruz. Y es en su escuela donde aprendemos a captar la misma belleza en los rostros de las personas que caminan a nuestro lado cada día”.

“¡Cuántos rostros luminosos, cuántas sonrisas, cuántas arrugas, cuántas lágrimas y cicatrices hablan de amor a nuestro alrededor!”, exclamó el Papa. “Aprendamos a reconocerlos y llenemos nuestro corazón de ellos. Y luego pongámonos en camino, para llevar también a los demás la luz que hemos recibido, con las obras concretas del amor”, propuso el pontífice a la vez que invitó a los fieles a preguntarse si son capaces de reconocer el amor de Dios.

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