Ellas: la pastoral de la presencia

Sor Pilar. Parroquias que ayudan. Foto: Jesús G. Feria

No suele ser habitual que, en un martes de invierno, a las ocho y media de la mañana, unas 300 personas se congreguen en una parroquia mientras se celebra la misa. Y menos si buena parte de los fieles no son creyentes o pertenecen a la confesión evangélica. Pero esto es lo que ocurre, cada semana, en la madrileña Parroquia-Santuario Nuestra Señora del Sagrado Corazón.



La explicación está en que cada vez más personas inmigrantes piden participar en un proyecto de inserción laboral gestionado conjuntamente en el templo entre Cáritas Madrid, 17 voluntarias laicas y las congregaciones de los Misioneros del Sagrado Corazón (que tienen su sede al lado de la parroquia) y las Adoratrices de la Sangre de Cristo. Una respuesta en red que da muchos frutos a la hora de conseguir un trabajo y que, aunque lleva ya 20 años en marcha, en los últimos tres, ante la creciente llegada de migrantes, trasciende el ámbito del barrio, en la Avenida de Pío XII.

Un sorteo

Es tal el alud de personas que acuden cada martes que los voluntarios han de establecer un sorteo del que salen elegidas 40 personas. Mientras que el resto se va (el último martes se habían presentado 298 personas), en espera de más fortuna para la semana siguiente, quienes han sido escogidos bajan a las dependencias de la parroquia para iniciar el proceso.

Allí, en el medio de una gran sala, las mujeres (la gran mayoría de trabajos son para ellas, habiendo otro espacio propio para los hombres) reciben en primer lugar una charla de Pilar Castañeda Díez, a la que todos conocen como sor Pilar. La veterana adoratriz, que impulsó el proyecto hace dos décadas tras una experiencia misionera en América y la puesta en marcha de programas similares en otras parroquias, habla con franqueza y de un modo claro. Les exige a todas que cumplan “las normas”, que no “engañen” y que siempre actúen desde “el respeto”.

Parroquias que ayudan. Foto: Jesus G. Feria

Creados para ser felices

Desde una mirada trascendente, proclama que “yo les puedo dar el trabajo, pero el más importante es el de arriba”. De ahí que les ofrezca que, “sean creyentes o no, pidan ayuda a Dios. Hablemos con Diosito [utiliza esta expresión consciente de que las 30 mujeres presentes son de América Latina] al menos dos veces, al levantarnos y al acostarnos. Y démosle las gracias por la salud, la familia y el trabajo”. Así, fiel a su estilo entre vehemente, directo y cercano, conjuga dos frases que resumen a la perfección quién es sor Pilar: “Dios nos ha creado para ser felices” y “a Dios rogando y con el macito dando”.

Después de la charla, que Javier Trapero, director de comunicación de los Misioneros del Sagrado Corazón, define a Vida Nueva como “un modo genuino de romper la burbuja”, teniendo ya todas claro que aquí no se les va a regalar nada, empieza la labor de las voluntarias, también todas ellas mujeres: unas atienden el teléfono, otras realizan fichas con los perfiles de las candidatas, algunas más se encargan de las entrevistas… Yendo de un lado a otro, sor Pilar, que tiene una reunión similar con los diez hombres escogidos, tira de la intuición que casi nunca le falla y en seguida tiene muy claro qué personas pueden encajar en los posibles trabajos.

La mayoría, internas

Como explica a esta revista, “las opciones son muchas”. Habrá quienes entren en un restaurante o en un supermercado (ahí también es clave su carisma y la confianza que la religiosa inspira a la hora de aconsejar la contratación de alguien), aunque la gran mayoría serán contratadas como internas acompañando a personas mayores o impedidas.

Así, si los martes son para la elección de las candidatas y el dibujo de los perfiles personalizados, los miércoles los destina sor Pilar a concertar entrevistas: “Quedo con las familias que pueden contratar a quien les propongo y a esa misma persona. Todos juntos, con claridad e insistiendo en que todos son libres de aceptarlas o no, comentamos mis condiciones: para la contratada, que no puede abandonar la casa así como así, sin decírmelo antes. Hay que ser serios y responsables y, si hay algún problema, me lo debe decir. A los que contratan les digo que, aunque la ley establece que estas personas no pueden ser contratadas oficialmente hasta que no pasen tres años y tengan permiso de trabajo, han de comprometerse a que lo llevarán a cabo en su momento. Y, mientras, han de garantizar un sueldo justo y, si fuese necesaria, una cobertura médica, pese a que por ley aún no tenga derecho a ella”.

Parroquias que ayudan. Foto: Jesus G. Feria

Trabajo compartido

Con este particular modo de actuar, marcado por la fuerte personalidad de la religiosa, la maquinaria funciona perfectamente y, en cuestión de horas, muchos de los 40 seleccionados ya tienen un trabajo al día siguiente. Eso sí, sor Pilar, muy reacia a tener repercusión mediática por aquello de “que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha”, recalca que “yo sola no podría hacer nada. Sin las voluntarias, algunas de las cuales llevan aquí 20 años, y sin la implicación de Cáritas y de las dos congregaciones, no conseguiríamos un solo trabajo”.

Con todo, para ella, los jueves son el día más especial: “Por las tardes ponemos en marcha la otra cara del proyecto, los cursos. A lo largo de los años hemos tenido de todo: alfabetización, geriatría, primeros auxilios, cocina, informática… Y siempre son voluntarios los que los imparten. Acuden hasta profesores de Universidad”. A lo largo de la tarde, además de los aprendizajes, que son claves para que las personas acompañadas puedan realizar mejor sus trabajos, “hay muchos ratos de charla y encuentro en los que hacemos seguimiento de su situación y tienen un rato de esparcimiento con los demás. Para las internas es muy importante, pues libran jueves y domingo, y es un momento para sí mismas, para aprender y distraerse”.

Dar las gracias

Además, en esos ratos se consolida la pastoral de la presencia que encarna la religiosa con “formación humana y cristiana”. En la línea de la charla de bienvenida, cuando todas la conocen y ella les transmite una serie de principios muy claros, ella, ya con una mayor confianza y siempre consciente de que hay gente de toda condición y con distintas creencias, no duda en dirigirles mensajes sencillos, como que “hay que acordarse de Diosito y darle gracias”.

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