Cristina López Schlichting, pregonera de la Semana Santa de Madrid

“Mi sufrimiento, el vuestro también, tiene un valor: es fecundo y bueno. ¡Qué milagro! ¡Qué misterio!”, ha proclamado la periodista en la catedral de la Almudena

La catedral de la Almudena ha acogido el pregón de la Semana Santa de Madrid este martes, 5 de abril. La periodista Cristina López Schlichting ha ejercicio de pregonera y ha hecho una lectura de los sufrimientos vividos por la sociedad en los últimos tiempos desde la pasión de Cristo. “Mi sufrimiento, el vuestro también, tiene un valor: es fecundo y bueno. ¡Qué milagro! ¡Qué misterio!”, ha proclamado ante un templo abarrotado.



Valor redentor

“Si conectamos nuestro sufrimiento con el suyo [el de Cristo], participamos de la salvación del mundo. Éste es el significado del dolor y el sufrimiento”, ha destacado la periodista. Aludiendo a la Pasión reiteró que “no me refiero sólo a los bofetones, salivazos, a la flagelación tremenda, casi hasta el desfallecimiento, al camino de la cruz o a esa muerte horrible” sino, destacó, que Él apostó por voluntad propia la vía del dolor; “y, más sorprendente aún: eligió todo eso. ¡Porque Él pudo haber huido! Podía haber evitado todo y sin embargo, lo eligió deliberadamente”.

López Schlichting invitó a “crecer en fortaleza y perseverancia” ya que “de ahí a valorar el mal en sí, el dolor, hay un paso inexplicable en apariencia”. Aludiendo a su experiencia, confesó que “cedía a la tentación de negar el valor redentor del sufrimiento. Cedía al diablo, pero no lo sabía” con quien “no llega liberación alguna, sólo se redobla la amargura”. “Mi única esperanza en estos meses era este nexo con Dios y con la Virgen. Yo pedía aceptar mi sacrificio, que no comprendía. Si Jesús aceptó, ¿qué puedo hacer yo sino aceptar?”, sentenció.

Sobre su vivencia de la Semana Santa, desveló el sentimiento inicial que tuvo hacia las procesiones como “gestos exagerados, una exaltación innecesaria del dolor, una costumbre un tanto apolillada”. Sin embargo, años después, descubrió su “ignorancia” y quedó seducida ante la belleza plástica, la fe y “la profundidad de la religiosidad popular y su capacidad de educar”.

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