Francisco da el paso definitivo hacia una Iglesia sinodal y reorganiza la Curia con ‘Praedicate Evangelium’

El Papa, durante el mensaje de Navidad a la Curia/EFE

Se ha hecho esperar varios años. De hecho, su redacción ha durado casi lo mismo que el pontificado de Francisco, del que esta misma semana se han cumplido nueve años. Pero hoy, festividad de San José, la Santa Sede ha hecho pública la nueva constitución apostólica ‘Praedicate Evangelium’, un documento con el que el Papa reorganiza el funcionamiento de la Curia romana y da el paso definitivo hacia una Iglesia sinodal.



Los miembros del Consejo de cardenales han sido los encargados de trabajar en este texto que sustituirá a la ‘Pastor bonus’, aprobada por san Juan Pablo II en 1988. Uno de los miembros del Consejo, consultado por Vida Nueva, manifiestaba, en 2019 –cuando se preveía que fuera publicado el documento, aunque finalmente se ha visto retrasada por la pandemia– que esta Constitución Apostólica tendrá una vigencia de, al menos, 25 años.

“Predicar el evangelio: esta es la tarea que el Señor Jesús encomendó a sus discípulos. Este mandato constituye ‘el primer servicio que la Iglesia puede prestar a cada hombre y a toda la humanidad en el mundo de hoy’“. Así comienza este documento en el que se subraya, en todo momento, que “la reforma de la Curia romana se sitúa también en el contexto de la naturaleza misionera de la Iglesia”.

Del mismo modo, el texto recuerda a la Curia romana que “es importante tener en cuenta y valorar otro aspecto del misterio de la Iglesia: en ella la misión está tan íntimamente ligada a la comunión que se puede decir que la finalidad de la misión es precisamente el de ‘dar a conocer y vivir a todos la nueva comunión que en el Hijo de Dios hecho hombre ha entrado en la historia del mundo'”.

Camino hacia la sinodalidad

“Esta vida de comunión da a la Iglesia el rostro de la sinodalidad“, asevera. “La renovación de la Iglesia y, en ella, también de la Curia romana, solo puede reflejar esta reciprocidad fundamental para que la comunidad de los creyentes se acerque lo más posible a la experiencia de comunión misionera vivida por los Apóstoles con el Señor durante su vida terrena”.

Por este motivo, el documento hace hincapié en algo en lo que Francisco ha insistido durante todo su pontificado, pero que ha tenido especial peso desde que se convocó el Sínodo de la Sinodalidad: “Todo cristiano, en virtud del bautismo, es discípulo misionero en la medida en que ha encontrado el amor de Dios en Cristo Jesús'”. Esto es algo que, tal como se subraya en la nueva Constitución Apostólica, “no puede ser ignorado en la actualización de la Curia, cuya reforma, por tanto, debe prever la implicación de los laicos, incluso en funciones de gobierno y responsabilidad”.

Por otro lado, subraya que la “presencia y participación” de los laicos “es también esencial, porque cooperan por el bien de toda la Iglesia y, por su vida familiar, por su conocimiento de las realidades sociales y por su fe que les lleva a descubrir los caminos de Dios en el mundo, puede hacer contribuciones válidas, especialmente cuando se trata de promover la familia y respetar los valores de la vida y de la creación, del Evangelio como fermento de las realidades temporales y del discernimiento de los signos de los tiempos”.

Por lo tanto, ‘Praedicate Evangelium’ deja claro que la reforma de la Curia “no es un fin en sí misma, sino un medio para dar un fuerte testimonio cristiano; fomentar una evangelización más eficaz; y promover un espíritu ecuménico más fecundo para fomentar un diálogo más constructivo con todos”. La reforma, “fuertemente esperada por la mayoría de los cardenales en el contexto de las Congregaciones Generales antes del Cónclave, deberá perfeccionar aún más la identidad de la Curia romana misma, es decir, la de asistir al Sucesor de Pedro en el ejercicio de su suprema oficio pastoral para el bien y el servicio de la Iglesia universal y de las Iglesias particulares. Ejercicio por el cual se fortalecen la unidad de la fe y la comunión del pueblo de Dios y se promueve la misión propia de la Iglesia en el mundo”. “Ciertamente, alcanzar tal meta no es fácil”, reconoce el texto, “requiere tiempo, determinación y, sobre todo, la colaboración de todos”.

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