Valentín Bravo y Mensajeros de la Paz activan la Misión Rescate para los niños refugiados de Ucrania

  • Durante muchos años párroco en El Espinar, traían cada verano a decenas de menores afectados por la radioactividad de Chernóbil
  • Él mismo se convirtió en 2002 en el primer sacerdote en adoptar a un niño, convirtiendo en su hijo a Alosa
  • Han reactivado su acción estos días y en las próximas horas podrían traer un avión con entre 70 y 80 refugiados de la guerra

Valentín Bravo, sacerdote, y Alosa, su hijo adoptivo

“Estamos desbordados por la respuesta tan generosa” y “aún queda mucha gente buena”. Son las dos frases que, en conversación con Vida Nueva, repite con emoción y que representan lo que siente en estas horas tan difíciles el sacerdote Valentín Bravo, durante tantos años párroco en la localidad segoviana de El Espinar y quien, desde 2018, trabaja codo con codo con el padre Ángel en la obra Mensajeros de la Paz, en la parroquia madrileña de San Antón.



Y es que le sorprende que haya bastado un simple vídeo, difundido estos días por WhatsApp y en el que cuenta que están trabajando en la frontera con Ucrania para traer a España a niños refugiados de la guerra, para que se haya puesto en marcha una impresionante solidaria y, tras la respuesta afirmativa de más de 60 familias, estén en disposición de traer en las próximas horas un avión en el que vendrían entre 70 y 80 niños, solos o acompañados de sus madres.

Gran experiencia previa

Con todo, lo mejor es que parten de una experiencia previa que ha traído enormes resultados. Y es que, ya en 1998, cuando estaba en El Espinar, Bravo involucró a decenas de familias, organizadas en la asociación Cueva Valiente, para conseguir traer a España en los tiempos vacacionales a niños de una región de Bielorrusia cercana al municipio ucraniano de Chernóbil para que encontraran un aire puro que les librara por un tiempo del ambiente radiactivo generado por el accidente producido en 1986 en su central nuclear.

La iniciativa, que duró hasta 2012, consiguió que algunos años vinieran unos 75 niños a El Espinar y a otras localidades de Segovia. Entre ellos, uno muy especial para Bravo: Aleksey, conocido por todos como Alosa. Las distintas dolencias que padecía por la radiactividad y el hecho de ser huérfano le suponían muchas más dificultades que a otros para participar en el programa. Así que, tras hacerse personalmente de su cargo en una primera instancia, dio un paso más allá y en 2002 le convirtió oficialmente en su hijo, siendo el primer sacerdote en España que adoptaba a un niño.

Solo el primer paso

Como reconoce a Vida Nueva, este caudal de vida, gracias a que “los lazos de amistad han perdurado”, ha facilitado que la asociación Cueva Valiente y Mensajeros de la Paz hayan trabajado juntas estos días y, en las próximas horas, podría cerrarse la llegada de un primer avión. Algo que “solo sería el primer paso”.

Una respuesta que, como la que se dio hace casi 25 años, contaría con todas las garantías: “Gracias al permiso concedido por el Gobierno en una situación tan excepcional como la que vivimos en Ucrania tras la invasión de Rusia, y que al menos se extenderá por un año, vamos a poder agilizar todos los trámites y estos primeros 70-80 niños irán desde el primer día al colegio, tendrán acceso a la Seguridad Social para poder ir al médico y vivirán con sus respectivas familias de acogida, no separándose a ninguno de ellos de sus madres o hermanos si vienen acompañados por ellos”.

Seguimiento semanal

Además, contarán con “la ayuda de traductores ucranianos” y habrá “un seguimiento semanal de la situación de cada niño y su familia de acogida, siempre con la idea de conocer todas sus necesidades”. Con todo, Bravo se muestra seguro de que la experiencia será muy positiva desde el principio: “Por mi experiencia sé que estos niños son como esponjas y no van a tener ningún problema con el idioma, lo que es muy importante en su adaptación”.

Además, cuidarán de que haya encuentros periódicos entre todos los que se puedan conocer y que vivan estos meses en España. Y “sin perder de vista la importantísima relación con los que se quedan en Ucrania, a quienes las familias también tratarán de ayudar en lo que puedan también desde aquí”.

Mantener los lazos

En este sentido, la pastoral de este sacerdote siempre parte de la clave de “mantener y fortalecer los lazos”. Algo que, como se ha comprobado casi un cuarto de siglo después del primer abrazo, “ahora ha sido vital a la hora de concretar este en una situación tan difícil”.

Bravo concluye destacando que “no hago nada extraordinario. Simplemente, trato de ayudar a los demás en lo que puedo y, siempre, contando con el apoyo de mucha gente buena”.

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