Susurrar “volveremos” tras un éxodo de 58 horas para escapar del infierno de Kiev

Dominicas tras dejar Kiev

En medio de la barbarie que se vive estos días en Ucrania, nos encontramos con un testimonio muy especial: el de María Mayo, religiosa dominica de 72 años que comparte comunidad en Kiev con otras dos españolas y hermanas de congregación. Una misión que, desgraciadamente, ha interrumpido la guerra, haciendo apenas unas horas que acaban de llegar a Madrid tras tener que huir a la carrera del país.



“Llevamos en Ucrania desde 1997–cuenta a Vida Nueva–, siendo Antonia quien inició un caminar al que en 2012, cuando se marcharon las compañeras que quedaban, nos sumamos María Jesús y yo. En mi caso, he sido misionera toda mi vida: con 19 años me fui a Colombia y allí estuve 13. Tras un par de años en España, estuve en la República Democrática del Congo entre 1986 y el año 2000, cuando otra guerra nos obligó a salir del país. Pude volver en 2005 y allí permanecí hasta 2012, cuando vine a Ucrania”.

Apoyo a los niños

Un bagaje vital y espiritual con el que, en su misión actual, ha querido insuflar alegría, pasión y vida a su trabajo con los más pequeños y sus familias: “Cuando llegó Antonia, la idea era levantar una escuela, pero la Administración no lo permitía. Estaban en Fastiv, una localidad a unos 70 kilómetros de Kiev. Tras estudiar la situación, se dieron cuenta de la compleja situación de los niños: muchos estaban en la calle, caían en el alcoholismo y pertenecían a familias numerosas”.

Tras su traslado a lo que hoy es un barrio a las afueras de la capital ucraniana, empezaron su nueva labor, con la idea de poner en marcha un proyecto dirigido a los niños, trabajando en la prevención de los peligros de la calle y en la ayuda a su educación integral. Empezaron “con una casa pequeña y solo dos niños vecinos. Con el tiempo, ahora también apoyadas por las salesianas, debido a nuestra avanzada edad, el hogar alcanzó un gran dinamismo, involucrándose muchos monitores (los propios niños, al crecer, apoyaban como voluntarios) y sus familias. Al final, acabamos siendo un espacio para que vengan los niños después del colegio. Llegan, comen, hacen los deberes y les enseñamos español. También tenemos baile, danza, ajedrez o teatro”.

Espacio ecuménico

Además, “somos un centro ecuménico, habiendo de todo: una mayoría de no creyentes y luego, en este orden, ortodoxos, greco-católicos, evangélicos, judíos y musulmanes. Nos reunimos con los padres y consensuamos los valores a trabajar en cada tarea: el respeto, la amistad, la alegría…”.

Una impresionante labor que se cortó de raíz en la madrugada del 24 de febrero: “Nadie nos obligó a irnos, pero fue algo abrupto. Llamó la embajadora y nos dijo que en media hora teníamos que estar en la embajada. Sin ni siquiera poder meditarlo, tuvimos que coger el pasaporte, medicinas, una muda y salir de casa. Eso sí, entramos en la capilla y nos llevamos la Eucaristía”.

Una gran familia

Así empezó lo que califica de “éxodo”. Una triste aventura que duró 58 horas, cuando lo normal es hacerlo en siete: “Allí estábamos, en la madrugada de Kiev, andando con la Eucaristía en la mano. Llegamos a la embajada y me encontré a un GEO que conocí en Kinshasa, también en otro momento de crisis muy fuerte. Este, junto a tres compañeros, nos escoltaron en una caravana compuesta por unas 50 personas y 10 vehículos. En el nuestro iban el canario Sebastián y el matrimonio conformado por Ignasi y Olga, y sus hijos pequeños, Lucas y Paloma”.

Con ellos vivieron esos duros momentos “en familia, cantando con los niños para que no se asustasen y llamándonos ellos abuelitas. Me chocaba el que no se oyera el canto de los pájaros; en cambio, se veían los amaneceres con escarcha, mirábamos al cielo para contar las estrellas con los pequeños… y, sí, ahí también estaba la guerra. Nos cruzábamos con ambulancias y camiones con militares. Retrocedíamos cuando había algún sonido sospechoso, había un puente roto o teníamos que buscar un hospital para que a un compañero le pusiesen un catéter… Ahí íbamos, por todo tipo de carreteras secundarias o caminos sin asfaltar, en un convoy con nuestra bandera de España y cuatro GEO. También había lágrimas por lo que se dejaba atrás y el susurro de un ‘volveremos’”.

Hasta la frontera polaca

Así, con esa sensación de “familia en éxodo”, con otro convoy nacional siguiéndoles el rastro, llegaron hasta la frontera con Polonia. Allí, lo que más le llamó la atención a Mayo fue “la gran cantidad de estudiantes. Los había de todos los sitios: chinos, africanos, de varios países de América Latina… Habían llegado en coche, corriendo… Era otro éxodo, lleno de fuerza, vida y búsqueda de la paz. Era un camino a Dios, de cruz y Pascua”.

Tras esperar varias horas hasta poder ser escoltados por policías polacos, cruzaron los últimos 20 kilómetros y, al fin, pudieron llegar en autobús hasta Cracovia, donde les acogió el cónsul español. Aún tendrían que pasar varias horas más hasta poder coger un vuelo y pisar Madrid. Ya aquí y tras un necesario descanso, experimenta cómo, poco a poco, se le vuelve a ensanchar el alma: “Estamos llamando a nuestra gente allí y la inmensa mayoría han huido por los Cárpatos. Algunos están en Alemania, otros en Tailandia… Otros siguen allí, refugiados en aparcamientos, sótanos o en el metro. Incluso un hospital infantil con el que colaboramos se ha trasladado al metro, siendo ahora las camas los vagones. De hecho, sabemos de un niño que ha nacido en el metro”. “Todo es difícil –dice emocionada–, pero la gran noticia es que están vivos”.

El pueblo ruso, contra Putin

Finalmente, la misionera dominica se muestra convencida de algo: “Vamos a volver, seguro. Esto no puede durar mucho. El pueblo ruso no está con Putin. Cada vez son más los que se manifiestan contra él en su país. Y esto lo digo no por lo que se publica, sino porque lo sabemos directamente de la gente que conocemos. En estos ocho años de guerra que ya llevamos, la implicación de las madres ucranianas, que han trabajado para que las rusas puedan recuperar los cadáveres de sus hijos muertos en el frente, han hecho mucho por la paz”.

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