Omella: “No echemos más leña al fuego de la confrontación, sino al fuego de la verdad”

  • Los cardenales de Barcelona y Madrid dialogan sobre ‘Las armas de la luz’, la novela histórica del año firmada por el sacerdote Jesús Sánchez Adalid
  • “La novela tiene mucho de ‘Fratelli tutti’ y el abad Oliva entiende que todos somos hermanos”, sentencia Osoro

Se busca un ‘abad Oliva’ para apañar desaguisados varios. No es una oferta de empleo, que podría. Más bien, un anhelo de estilo vital que se trasluce cuando se remata la última página de ‘Las armas de la luz’ (HarperCollins), la obra del sacerdote extremeño Jesús Sánchez Adalid enmarcada en la Cataluña del año 1000 que se ha impuesto como la novela histórica de referencia en este año que se cierra.



“Sería una osadía que yo me comparara con el abad, me considero un monaguillo que hace lo que puede siguiendo a Jesucristo”, bromeaba ayer por la tarde el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Juan José Omella, durante el coloquio en torno al libro celebrado en la sede de la Fundación Mapfre en Madrid, de la mano del presidente de la entidad, Antonio Huertas. Junto a Omella, el cardenal Carlos Osoro, vicepresidente del Episcopado, que llegó al auditorio con otro libro añadido bajo el brazo ‘Fratelli Tutti’ llevando a cabo una lectura comparada: “Sin duda alguna que hay mucho paralelismos entre esta novela y la encíclica de Francisco. El abad Oliva entiende perfectamente que el título de hijos de Dios tiene una consecuencia directa: soy hermano absolutamente de todos los hombres. Otros verán un enemigo, pero yo tengo que ver en él a un hermano y eso es lo que me da una capacidad enorme para transformar mi realidad y la del mundo”, apostó el arzobispo de Madrid. “Si los propios cristianos negamos que todos somos hermanos, ¿qué somos en el fondo?”, se preguntó al hilo de esta reflexión el párroco escritor.

Una sociedad diferente

El propio autor subrayó como en aquel monje benedictino de hace un milenio que se pasea por su novela, se encuentra “el origen de la democracia occidental” a través de las treguas de paz que será en punto de arranque para asambleas que “vienen a resolver lo que hasta ese momento se solucionaba con las armas”. “Oliva inaugura una sociedad diferente”, apuntó Sánchez Adalid, que además confesó cómo “me he fijado en personajes de este tiempo que, como él, han apostado por el diálogo, como Omella y Osoro, y están sufriendo ataques e incomprensión por parte de unos y otros”.

Juntos, Omella y Osoro fueron desgranando cómo el relato enmarcado hace un milenio no deja de ser un espejo en el que mirarse hoy, entre tanta batalla lo mismo en la esfera pública que la eclesial, con espadas ideológicas en alto… “Parece que todo está condicionado por la política, hasta tal punto que en el parlamento se regula hasta la moral, como se regula la vida o la muerte de alguien”, subrayó el presidente de los obispos que lanzó una advertencia: “Cuando no hay escucha y consenso, todo puede llevar a la destrucción”. Frente a ello, “en ese escenario apocalíptico, tenemos las armas de la luz”, apuntó de nuevo en relación a la obra, convencido de que hoy por hoy “hay muchos brotes verdes” que nos hablan de la posibilidad de construir algo nuevo, así como de un despertar de la espiritualidad entre los más jóvenes. “No echemos más leña al fuego de la confrontación, sino al fuego de la verdad”, propuso Omella.

El Evangelio  ‘a nuestra manera’

Así, no dudó en lamentar el uso de la religión a merced de los intereses particulares, incluso dentro de la propia Iglesia: “Decimos que somos cristianos, pero luego adaptamos el Evangelio a nuestra manera. Unos decimos que nos gusta más Jesús porque cogió el látigo, otros porque decía otra cosa que nos viene bien… Pero, ¿cuál es el verdadero mensaje? Que se deja matar y perdona. Eso es lo que verdaderamente cuesta, tender la mano y construir puentes”.

Esa asignatura pendiente también la puso sobre la mesa Osoro: “Nos falta esa valentía del abad para vivir teniendo como prioridad exclusivamente a Jesucristo y, por tanto, a los hermanos”. “Es una novela que no solo llega a la cabeza, sino también alcanza al corazón porque nos hace descubrir un ‘nosotros’ para hacernos responsables del mundo que nos rodea”, aseveró, desvelando además que será el regalo de Navidad para sus vicarios madrileños.

Diálogo y negociación

Para Antonio Huertas, presidente de Mapfre, anfitrión del acto, elogió la obra de Sánchez Adalid por las pistas que ofrece para moverse en el mundo de hoy, al poner en valor “herramientas mediante el diálogo y la negociación, como el acceso el conocimiento que permitieron que el mundo se abriera”.  “Hay personajes en ‘Las armas de la luz’ que deciden romper barreras en un mundo limitado”, señaló sobre la necesidad de emprendedores hoy como ayer: “Frente al desamparo, tenemos que reivindicar las ganas de hacer algo diferente”, apuntó, convencido de que “encontraremos la vía para lograrlo”.

Consciente de la crisis pandémica, Huertas dejó caer que “la catástrofe a veces genera un terreno más fértil” para generar propuestas innovadoras cuando se aborda la realidad “con absoluto optimismo para aprovechar las capacidades”. Para cerrar el acto, Sánchez Adalid reconoció como todo autor “escribe para que se le lea”. Pero él, desde su vocación sacerdotal, con una finalidad concreta: “No busco hacer novelas comerciales, sino intentar cambiarle la vida a la gente”.

Noticias relacionadas
Compartir