Marcos Soto: “Mi experiencia satori me ha acercado a la figura de Jesús”

Marcos Soto

Marcos Soto es cantante, músico y compositor, miembro del grupo musical Mihermanoyyo, junto a su hermano Jaime. Ambos, hijos del cantante José Manuel Soto, se criaron entre guitarras, ensayos y conciertos y guardan una estrecha relación con el mundo de las artes. ‘Mi experiencia satori y la divina cosquilla’ (Arcopress) es su primer libro donde nos describe cómo alcanzó ese estado de “despertar”, “de no-mente” en el cual se percibió a sí mismo y cambió su vida. Las confesiones de un cantante que busca respuestas en Oriente, rebosantes de humor, aventura, sinceridad… y mucha espiritualidad.



PREGUNTA.- Para que el lector comprenda la secuencia: todo arranca con un Marcos joven, llevando una vida loca, y, un buen día, va a la India…

RESPUESTA.- Mi hermano se dedicaba al fútbol de forma profesional y tenía nula libertad. Pero un día, se rompe una rodilla y me propone el viaje porque tenía amigos, allí. Yo llevaba en la mochila vital un fuerte interés por esos estados de conciencia de los que tanto había leído: querer librarme del ego, dejar de tener miedo, contactar con la verdadera realidad. Buscaba respuestas vitales, desde hacía tiempo, a las grandes preguntas: ¿qué hacemos aquí? ¿Quiénes somos? ¿Qué es la realidad? Pero la meditación y la lectura no me ayudaban. Buscaba estar solo, perseguía ese estado… y el día que menos lo esperaba, ocurrió.

Un instante irrepetible

P.- ¿Qué ocurrió?

R.- Que llegó aquello que buscaba con tanto empeño. Fue solo un día. Una única vez. Inolvidable e irrepetible. Me había dado un baño, no meditaba, no perseguía nada, estaba tomando el sol… y ¡sucedió! Es complicado de contar y de entender, pero fue un instante eterno en el que comprendí que solo existía una única entidad, que era yo mismo, sin edulcorantes, sin aditamentos. Solo había un “yo”, y no había distancia entre el observador y lo observado. Fue increíble, te lo digo de corazón.

P.- ¿Qué consecuencias ha tenido en su vida diaria?

R.- Muchísimas. Después de lo que me ocurrió, anduve detrás de una chica que me anota en una servilleta lo que tengo que hacer después de haber vivido ese satori. Luego entro en un taxi y el conductor me dice que no tiene nombre porque se denomina como el sonido del mar chocando contra las rocas, y también me dice lo que tengo que hacer después de lo ocurrido… Somos energía pura, herramientas de algo mayor.

P.- ¿Cómo combina esta experiencia con su formación cristiana?

R.- Yo no era un tipo muy practicante. Pero ahora me intereso mucho por la figura de Jesús. Una cosa tengo clara: tenemos dentro lo que antes buscábamos fuera y en otros. Me he hermanado con todo y mi experiencia me ha alejado de rituales, de conceptos vanos…

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