La última homilía del arzobispo de Granada: “Quien ha nacido hombre lo será siempre, le pongan las hormonas que le pongan” 

  • Javier Martínez ha animado a los fieles a la “desobediencia civil” ante las leyes LGTBI y eutanasia
  • Desde el ambón, ha advertido de los “suicidios y problemas mentales” vinculados a los cambios de sexo
  • Para el prelado, en España vamos camino de una “tercera dictadura” a causa de este tipo de normas

“Sólo desde el siglo XIX, que nos hemos creído creadores y dueños de la Creación, hemos creído que se podía cambiar. No se puede cambiar. Quien ha nacido hombre será siempre hombre; quien ha nacido mujer será siempre mujer. Le pongan las hormonas que le pongan, le hagan las operaciones que le hagan”. Así dedicaba el arzobispo de Granada, Javier Martínez, su homilía de ayer, 4 de julio, a reflexionar acerca de las nuevas leyes de nuestro país: la ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos de las personas LGTBI y la ley de la eutanasia. La primera, aprobada por el Consejo de Ministros y que ha iniciado sus trámites en los distintos órganos legislativos; la segunda, por otra parte, recientemente ha visto su entrada en vigor.



Aunque para el arzobispo ambas normativas son “inicuas, en cierto sentido criminales y ante las que la Iglesia no puede callar”, ha sido la conocida como ‘ley trans’ la que se ha llevado la mayor parte de sus críticas. “Hay una historia de suicidios vinculados a eso que se oculta en una época en que en los Estados Unidos esa práctica se hizo con niños recién nacidos, durante diez años y luego se prohibió. Se prohibió porque muchos de esos niños terminaban o en instituciones mentales, o en el suicidio”, dijo el prelado desde el ambón.

Para Martínez, la Iglesia “no puede callar” porque “significan una falta de respeto inmensa a un pueblo que acaba de salir de una pandemia y se aprueban aprovechando determinadas circunstancias, para que ese pueblo no pueda reaccionar, ni manifestarse, ni expresar su sentir, independientemente de que sea una mayoría o una minoría”. Asimismo, el arzobispo instó a los fieles en su homilía a que vayan “aceptando que nuestra sociedad no se rige por la razón” sino por “criterios de intereses humanos, de intereses de grupos, de intereses de poder, o por relaciones pura y simplemente de poder”.

No temer la “desobediencia civil”

Ante esto, el arzobispo ha dicho que “el pueblo cristiano no tiene por qué temer a la objeción de conciencia, ni siquiera a la desobediencia civil”. “¿Qué puede tener consecuencias? Naturalmente, para los primeros cristianos de los primeros siglos, tenía un montón de consecuencias el ir a celebrar la Eucaristía por la noche”, añadió.

“Lo mismo que pasa con la razón pasa con la libertad”, continuó el prelado, ya que “convertida en un absoluto de que cada uno puede hacer verdaderamente lo que quiere, volviéndose contra sí misma, ha generado las dictaduras más terribles”. Haciendo referencia a Juan Pablo II, recordó que “una democracia sin valores se corrompe y degenera facilísimamente en una dictadura. Explícita o encubierta. Y nosotros estamos en ese proceso”. “Estamos en el camino hacia una tercera dictadura, de un modo o de otro, porque se imponen leyes que van contra el bien común”, aseveró el arzobispo.

En este sentido, señaló que la “‘ley trans’, por ejemplo, convierte, como decía hace unos días el Secretario General de la Conferencia Episcopal, el sentimiento en categoría jurídica”. Martinez incluso llegó a compararlo con el auge del nazismo y el holocausto, señalando que “no es la primera vez que pasa”, ya que “en los años 30 y 40 del siglo pasado, el sentimiento de superioridad de la raza aria dio lugar a millones de muertos cuando se convirtió en ley”.

Oponerse a “actitudes dictatoriales”

Finalmente, el arzobispo apuntó que “los Estados pueden hacer este tipo de legislación porque saben que no hay un pueblo”, sino “individuos aislados, cada uno cerrado en sí mismo o en su pequeñísimo círculo familiar, y por lo tanto no hay un pueblo que pueda oponerse a la injusticia, oponerse al despotismo, oponerse a los gestos y actitudes de tipo dictatorial”.

“Un pueblo libre que es capaz de expresar no solo sus convencimientos y pedir que otros en los medios defiendan sus ideas, sino que es capaz de sostenerlas y de ayudarnos unos a otros, como comunidad en esa dificultad de sostenerlas”, aseveró Martínez, denunciando, además, que “a medida que nos empieza a faltar Cristo en nuestra sociedad y en nuestra cultura, nos damos cuenta, por ejemplo, de que eso que llamamos una familia normal es muy poquito normal: es algo muy excepcional, fruto de siglos de la Gracia del Señor, de la tradición cristiana, cuidada exquisitamente por un pueblo de santos”.

“Tenemos que aprender de nuevo a ser libres”, insistió. “Frente a estas dos leyes, que son además una ofensa a la razón humana en muchos sentidos; que haya que defender que una persona puede ser castigada por la ley por haber dicho que solo hay hombre y mujer, significa que las evidencias han caído”. Sin embargo, el arzobispo aseguró que “esto no significa ningún juicio sobre ninguna persona, de ningún tipo, ni transexual… de ninguna clase. Pero la realidad es la realidad”.

Noticias relacionadas
Compartir