Francisco Javier Bustillo: “El obispado no es un centro de administración, tiene que tener alma”

Francisco Javier Bustillo, OFMConv., obispo de Ajaccio (Córcega)

Cambiará Lourdes, donde ha sido guardián del convento San Maximiliano Kolbe desde 2018, por Ajaccio (Córcega), diócesis que pastoreará a partir del 13 de junio. Para este viaje, Francisco Javier Bustillo (Pamplona, 1968) se lleva consigo “el patrimonio” de la familia franciscana conventual a la que pertenece y en la que se ha formado y desarrollado su misión.



PREGUNTA.- Un pamplonica en Córcega. ¿Sigue sorprendiéndole el Señor?

RESPUESTA.- Siempre. Es Creador y creativo. ¡Quién iba a pensar en un proyecto así! Pero aquí estamos, respondiendo a su voluntad para dar siempre lo mejor de uno mismo.

P.- ¿Y el papa Francisco, le ha “descolocado”? ¿A qué cree que obedece esta costumbre suya de “reclutar” nuevos pastores en los conventos?

R.- No soy un experto en diplomacia pontificia. No sé si los nuevos pastores están en los conventos… Pero creo que la Iglesia está buscando situaciones nuevas y, a veces, pasan por las personas, en las que se vuelve a una cierta sencillez de vida y a una autenticidad en la acción. Volver al Evangelio es esencial, dejando técnicas, estrategias y políticas. El estilo del papa Francisco es directo, libre y profético. No se deja condicionar. Admiro su libertad.

Misión en Francia

P.- De Elizondo a Lourdes, pasando por Padua, Toulouse, Narbona…

R.- Mis raíces están en Navarra, mi formación en Padua (Italia) y mi misión se ha desarrollado en Francia. Es un país secularizado con muchos retos. El Estado es laico, pero la sociedad está secularizada. Aquí empecé una experiencia de misión de la Orden y aquí sigo respondiendo porque, quizás, he aprendido a comunicar con este pueblo y con sus deseos existenciales y transcendentales.

P.- La vida en comunidad de un religioso tiene poco que ver con la de un obispo. ¿Preparado para este cambio?

R.- Tengo que hacer mi duelo de la vida comunitaria como antes. Dejo físicamente una fraternidad, pero llevo en mi ser el patrimonio que esta familia me ha dado. Me preparo para el cambio, porque la vida es evolución y adaptación. Además, estando en Ajaccio, he visto que en el obispado hay realidades humanas y espirituales interesantes que impiden caer en la soledad. El obispado no es un centro de administración, tiene que tener alma. (…).

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