Francisco en el Domingo de Ramos: “La vida cristiana, sin asombro, es monótona”

  • El Pontífice preside la primera de las celebraciones de la Semana Santa en el Altar de la Cátedra ante un centenar de fieles
  • “Admirar a Jesús no es suficiente. Es necesario seguir su camino, dejarse cuestionar por Él, pasar de la admiración al asombro”, reclamó el Papa

El Altar de la Cátedra, en la basílica de San Pedro en el Vaticano, será –un año más– el lugar donde el papa Francisco presida las principales celebraciones litúrgicas de esta Semana Santa. Un tiempo que se ha abierto con la misa del Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, en la que han acompañado (presencialmente) al pontífice algunos cardenales, los superiores de la Secretaría de Estado y “una participación limitada de los fieles”, según la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas.



Esta celebración Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén y santa misa con las que comienza la Semana Santa ha incluido la bendición de los ramos junto al altar mayor de cara a la nave central de la basílica, la proclamación del relato de la pasión según san Marcos y un recuerdo hacia los jóvenes en las peticiones –aunque el papa Francisco ha desplazado a la fiesta de Cristo Rey las jornadas diocesanas de la juventud–. El aforo de la basílica, previsto para unas 20.000 personas, fue de 120 fieles ante el altar diseñado por Bernini.

Pasar de la admiración al asombro

“La gente espera para la Pascua al libertador poderoso, pero Jesús viene para cumplir la Pascua con su sacrificio”, comentó Francisco en su homilía. “¿Qué le sucedió a aquella gente, que en pocos días pasó de aclamar con hosannas a Jesús a gritar “crucifícalo”? En realidad, aquellas personas seguían más una imagen del Mesías, que al Mesías real. ‘Admiraban’ a Jesús, pero no estaban dispuestas a dejarse ‘sorprender’ por Él”, apuntó.

Y es que, señaló el Papa, “también hoy hay muchos que admiran a Jesús, porque habló bien, porque amó y perdonó, porque su ejemplo cambió la historia. Lo admiran, pero sus vidas no cambian. Porque admirar a Jesús no es suficiente. Es necesario seguir su camino, dejarse cuestionar por Él, pasar de la admiración al asombro”. Un Jesús que llega “a la gloria por el camino de la humillación”.

Tocar la realidad humana

“Sorprende ver al Omnipotente reducido a nada. Verlo a Él, la Palabra que sabe todo, enseñarnos en silencio desde la cátedra de la cruz. Ver al rey de reyes que tiene por trono un patíbulo. Ver al Dios del universo despojado de todo. Verlo coronado de espinas y no de gloria. Verlo a Él, la bondad en persona, que es insultado y pisoteado”, apuntó. Para ele Papa, “lo hizo por nosotros, para tocar lo más íntimo de nuestra realidad humana, para experimentar toda nuestra existencia, todo nuestro mal. Para acercarse a nosotros y no dejarnos solos en el dolor y en la muerte. Para recuperarnos, para salvarnos. Jesús subió a la cruz para descender a nuestro sufrimiento”.

Jesús, prosiguió Francisco, “probó nuestros peores estados de ánimo: el fracaso, el rechazo de todos, la traición de quien le quiere e, incluso, el abandono de Dios. Experimentó en su propia carne nuestras contradicciones más dolorosas, y así las redimió, las transformó. Su amor se acerca a nuestra fragilidad, llega hasta donde nosotros sentimos más vergüenza. Y ahora sabemos que no estamos solos. Dios está con nosotros en cada herida, en cada miedo. Ningún mal, ningún pecado tiene la última palabra”. “Dios vence, pero la palma de la victoria pasa por el madero de la cruz. Por eso las palmas y la cruz están juntas”, añadió.

Dejarse sorprender por Jesús

“La vida cristiana, sin asombro, es monótona”, afirmó Francisco. “Si la fe pierde su capacidad de sorprenderse se queda sorda, ya no siente la maravilla de la gracia, ya no experimenta el gusto del Pan de vida y de la Palabra, ya no percibe la belleza de los hermanos y el don de la creación”, apuntó el pontífice. “Nosotros, ¿somos capaces todavía de dejarnos conmover por el amor de Dios? ¿Por qué hemos perdido la capacidad de asombrarnos ante él?”, interrogó.

Ante la posibilidad de “que no nos hemos abierto al don del Espíritu, que es Aquel que nos da la gracia del estupor”; el Papa invitó a dejarse “sorprender por Jesús para volver a vivir, porque la grandeza de la vida no está en tener o en afirmarse, sino en descubrirse amados. Y en la belleza de amar”. “Con la gracia del estupor entendemos que, acogiendo a quien es descartado, acercándonos a quien es humillado por la vida, amamos a Jesús. Porque Él está allí, en los últimos, en los rechazados, en aquellos que nuestra cultura farisaica condena”, sentenció.

Citando al centurión de la pasión comentó Francisco que “había visto morir amando” a Jesús. “Sufría, estaba agotado, pero seguía amando. Esto es el estupor ante Dios, quien sabe llenar de amor incluso el momento de la muerte. En este amor gratuito y sin precedentes, el centurión, un pagano, encuentra a Dios”. “Ahora ya no, ante la cruz no hay lugar a malas interpretaciones. Dios se ha revelado y reina sólo con la fuerza desarmada y desarmante del amor”, concluyó invitando a mirar el crucifijo e implorar al Hijo de Dios.

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