¿Quién es San José para el papa Francisco?

El Pontífice ha recibido hoy en audiencia a los sacerdotes belgas que se forman en Roma y les ha compartido las tres características que construyen al padre de Jesús

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San José, según Francisco. Esta mañana, en el Palacio Apostólico Vaticano, el Papa ha recibido en audiencia al Pontificio Colegio Belga con motivo del 175 aniversario de su fundación, una comunidad que ha tenido entre sus alumnos a Juan Pablo II. En vísperas de la solemnidad de San José, en este año dedicado a él, el Pontífice les ha recordado las claves del carácter paternal de San José –que ya ha dibujado en la Carta Apostólica ‘Patris corde’– para que les ayude en su ministerio.



San José es un padre acogedor

En primer lugar, San José es un padre acogedor. “Dejando a un lado incluso los proyectos personales legítimos, amó y acogió a María y a Jesús, una esposa y un hijo muy diferentes a la visión de la vida familiar que él hubiera deseado. José no buscó explicaciones para la sorprendente y misteriosa realidad que enfrentó, sino que la aceptó con fe, amándola como era”, ha reconocido Jorge Mario Bergoglio.

En este sentido, “San José es nuestro maestro de vida espiritual y discernimiento, y podemos invocarlo para que se libere de las trampas de demasiadas reflexiones en las que de vez en cuando, incluso con la mejor de las intenciones, terminamos perdiéndonos”, ha recalcado.

Así, el Papa lo ha ejemplificado con un sacerdote que llega nuevo a una parroquia. “Esa comunidad tiene su propia historia, hecha de alegrías y heridas, de riquezas y pequeñas miserias, que no se pueden ignorar en nombre de ideas y planes pastorales personales. Este es un riesgo en el que podemos caer. El nuevo párroco debe amar primero a la comunidad solo porque ha sido enviado a ella; y poco a poco, amándolo, lo conocerá en profundidad y podrá ayudarla a ponerla en nuevos caminos”, ha señalado.

San José es un padre que custodia

En segundo lugar, San José es un padre que custodia. “Ser custodio es parte esencial de su vocación y misión”, y “ha cumplido esta tarea con la libertad interior de un servidor bueno y fiel que solo desea el bien de las personas que le han confiado”.

Francisco ha insistido en que San José vela por todos, es decir; “ama con ternura, con discreción y con perseverante generosidad”. Porque velar es “una actitud interior, que lleva a no perder nunca de vista a los demás, evaluando de vez en cuando cuándo retirarse y cuándo estar cerca, pero manteniendo siempre un corazón vigilante, atento y orante”.

En este segundo punto, Bergoglio ha recordado que “el pastor, que nunca abandona a su rebaño, se coloca con respecto a él en una posición diferente según las necesidades concretas del momento: al frente para abrir el camino, en el medio para animar y atrás para recoger a los últimos”.

Y ha añadido: “El sacerdote está llamado a ello en su relación con la comunidad que le ha sido encomendada, es decir, a ser un custodio atento, dispuesto a cambiar, según lo requiera la situación; no ser rígido y como enyesado en una forma de ejercer el ministerio que quizás sea bueno en sí mismo, pero no capaz de captar los cambios y necesidades de la comunidad”.

En cambio, “cuando un pastor ama y conoce a su rebaño no se centra en sí mismo y en sus propias ideas, sino en el bien de aquellos a quienes está llamado a proteger, evitando las tentaciones opuestas del dominio y el abandono”.

San José es un padre que sueña

En tercer lugar, San José es un padre que sueña. “No un ‘soñador’ en el sentido de uno con la cabeza en las nubes, desprendido de la realidad, no, un hombre que sabe mirar más allá de lo que ve: con una mirada profética, capaz de reconocer el plan de Dios donde los demás no ven nada, y así tener claro el objetivo por el que luchar. De hecho, San José pudo ver en María y Jesús no solo una joven esposa y un niño: siempre vio en ellos la acción de Dios, la presencia de Dios”, ha señalado.

A este respecto, el Pontífice ha indicado que “San José miró más allá de sus deberes como padre de familia y, prefiriendo creer en Dios más que en sus propias dudas, se ofreció a Él como instrumento para la realización de un plan mayor, en un servicio prestado a escondidas, generoso e incansable, hasta el final silencioso de la vida”.

Antes de concluir, les ha aseverado que “es necesario saber soñar con la comunidad que se ama, para no limitarse a querer preservar lo existente”. Y ha subrayado con vehemencia: “¡Conservar y custodiar no son sinónimos! Prepárate, a partir de la historia concreta, para promover la conversión y la renovación en un sentido misionero, y hacer crecer una comunidad en el camino, formada por discípulos guiados por el Espíritu”.

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